El presidente de México acudió diligente a la reunión convocada por el presidente de Estados Unidos en la Casa Blanca. López Obrador explicó que la motivación para aceptar el viaje provino del deseo de agradecerle a Donald Trump su gestión para haber adquirido ventiladores médicos y principalmente para celebrar la entrada en vigor del T-MEC. Distan de convencer ambas razones para que quién ha pregonado que la mejor política exterior es la interior, decidiera efectuar su primer viaje al exterior, máxime ante la ausencia del primer ministro de Canadá. Podemos intuir que Trump concibió la reunión con López Obrador principalmente con fines electorales; consideremos que casi 38 millones de habitantes en Estados Unidos son de origen mexicano.

Justin Trudeau, primer ministro de Canadá declinó la invitación de Trump y motivos no le faltaron, luego de haber sido señalado por éste de deshonesto y débil, como el dos caras que emite declaraciones falsas. Trudeau dio una lección de dignidad en su momento limitándose a responder: “Los canadienses somos personas educadas, somos razonables, pero no nos gusta ser empujados”. A los mexicanos tampoco nos gusta ser empujados, no obstante, parece que AMLO le encontró la cuadratura al círculo en su relación con Trump, adulándolo y reconociéndole su respeto, empatía y generosidad hacia México, lo cual –sea o no cierto- lo compromete a honrar tales elogios. En términos prácticos, el limitado y efectivo tiempo aprovechable de la reunión entre ambos mandatarios -escasa media hora entre ellos y menos de un par de horas con sus respectivos convocados-, reviste un ángulo meramente protocolario, ya que es improbable en ese lapso exponer, discutir y en su caso aprobar temas concretos. El magno evento cerró con una apresurada cena a la cual los 11 picudos cenadores convidados por AMLO fueron convocados con la consigna de “cenas y te vas”.

Los mensajes pronunciados por ambos mandatarios posterior a su reunión privada, en el jardín de las rosas, sonó como música para nuestros oídos, lejos quedaron los agravios y calificativos trumpianos contra nuestros connacionales, de repente como elixir de amor a primera vista, sucede que la relación de Estados Unidos con México “jamás había sido tan cercana como ahora”, somos amigos muy valorados y compartimos un futuro sin límites, efecto de haber signado el acuerdo comercial más grande que se ha hecho a nivel global. De López Obrador a Trump: ”En vez de agravios hacia mi persona, y lo que estimo más importante, hacia mi país, hemos recibido de usted comprensión y respeto…usted nunca ha buscado imponernos nada que viole o vulnere nuestra soberanía, en vez de la Doctrina Monroe en nuestro caso usted ha seguido el sabio consejo del ilustre y prudente George Washington quien advertía que las naciones no deben aprovecharse del infortunio de otros pueblos”. De Trump a López Obrador: “Ha sido un profundo privilegio contar con su presencia y que sea mi amigo. Esto fue contra todo pronóstico, pero han aprendido a no apostar contra nosotros”.

Llamativo festejo entre amigos, un par de días después de que Trump se haya jactado del avance del muro fronterizo en Texas, Arizona, Nuevo México y California y de disponerse a presentar una nueva acción legal para rescindir el programa Daca que protege de la deportación al menos a 650 mil jóvenes migrantes, 80% de ellos mexicanos. En la sombra, Joe Biden parece tener buena memoria al recordar que Trump inició su campaña presidencial llamando violadores a los mexicanos.

Que sencillo es decirse amigos y que complejo es el compromiso de serlo.

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