Rondando el medio millón de personas confirmadas en el país de haber adquirido el Covid-19 y tras 50 mil fallecidos- más de 700 mil en el mundo-, resulta inaplazable reflexionar sobre nuestra propia fragilidad y el sentido de nuestra existencia, volteando hacia donde hace falta lo que posiblemente a nosotros nos sobra.

Existe un reducido -muy- grupo de individuos que teniendo sobradamente resuelta la parte material de la vida, destinan tiempo y recursos económicos a la filantropía, expresada en la ayuda desinteresada hacia los demás. La asistencia financiera de fundaciones establecidas de manera individual se vio transformada en 2010 con la formación de la alianza filantrópica “The Giving Pledge”-El Compromiso de Dar-, por iniciativa de Bill y Melinda Gates junto con Warren Buffett, motivando a 155 millonarios de 21 distintos países a donar mínimo el 50% de sus fortunas, en vida o en herencia, más en un compromiso moral que en un contrato legal, hacia obras benéficas en beneficio de la humanidad. Para 2019 la Giving Pledge agrupaba ya a 204 asociados de 22 países, convertida en la organización privada más importante del mundo con aproximadamente 46 mil 800 millones de dólares en sus cuentas y mil 500 empleados, aspirando que todas las vidas humanas representen el mismo valor, intentando mejorar su salud y que sean lo más productivos posible. Se estima que el potencial a futuro de The Giving Pledge es de 7.15 billones de dólares. No obstante, no han faltado críticos que adviertan que tras la vocación caritativa de los miembros de “TGP” existe un interés “filantrocapitalista”, es decir, la presunta filantropía viene acompañada con la interesada intención de evadir impuestos. Es el caso ocurrido en 2015, cuando Mark Zuckerberg – Microsoft- se integró al selecto grupo y fue atacado porque “Si Mark no entregara parte de sus acciones a la caridad, tendría que pagar grandes impuestos por sus ganancias”. El hecho es que prominentes magnates se comprometen voluntariamente a entregar -regalar- cuando menos la mitad del capital acumulado durante sus productivas trayectorias a favor de obras en beneficio de la humanidad. A la fecha los receptores beneficiados han sido universidades, fundaciones, hospitales, centros de salud, bibliotecas y museos principalmente.

Afligido por la desalentadora crisis sanitaria del coronavirus, Bill Gates decidió renunciar a la junta directiva de Microsoft para centrar su atención en encontrar la vacuna contra la pandemia, financiando simultáneamente a 7 distintos laboratorios, montando fábricas para cada uno de ellos, destinando inicialmente 125 millones de dólares por proyecto, más otros 100 m. dlls. en una iniciativa llamada Acelerador Terapéutico Covid-19, conjuntamente con otras empresas y fundaciones como Master Card y Mark Zuckerberg. Los expertos consideraban al pasado julio, desarrollar la vacuna en un lapso de entre 9 y 15 meses más. La Fundación Bill y Melinda Gates participan en otro frente para conseguir la ansiada vacuna, la Coalición para las Innovaciones en Preparación para Epidemias -CEPI-, con inversión conjunta inicial de 2 mil millones de dólares, junto con Japón, Noruega, Alemania, posteriormente la Unión Europea y Gran Bretaña. Desde entonces se han adherido al CEPI otros gobiernos y organismos multilaterales, incluyendo a México que se incorporó en mayo pasado. El reto actual es reunir 8 mil millones dólares en apoyo a encontrar la vacuna contra el Covid-19, en línea con la resolución que México propuso en la ONU, para que todos los pacientes del mundo puedan tener acceso garantizado a medicamentos y vacunas cuando se tengan.

El compromiso de dar se torna en el privilegio de dar.

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