Iniciamos el emblemático 2020, año en que los primeros 2 dígitos se repiten en los 2 subsecuentes, sincronía que sucede una sola vez en cada siglo; ocurrió en 1919 y se repetirá hasta el 2121. Con enero la euforia navideña aterriza, sobre nuestra mesa de trabajo permanecen intactos los pendientes y las cuentas por pagar. Los buenos propósitos han de venir acompañados de las acertadas acciones para alcanzarlos. Haciendo siempre lo mismo los resultados no serán distintos, pero es fundamental hacer lo correcto.

Cumplimos 2 décadas anclados en el “cambio”. Supusimos que la alternancia en el poder conllevaba la erradicación de los usos y abusos tras 70 años de permanencia de un único partido en el gobierno y en efecto muchos han sido los cambios, pero ¿necesariamente para bien? Este lapso se ha distinguido por el mensaje oficial en que cada mandatario en turno ensalza los cambios efectuados durante su gestión, desestimando los logros de sus antecesores, algo así como: “Lo hecho en México estaba mal hecho…hasta que llegué”.

En su mensaje de año nuevo, el presidente expresó: “En 2019 inició la transformación de la vida pública de nuestro país. Puedo asegurar que se acabó la corrupción, sobre todo arriba… estamos limpiando la corrupción del gobierno… hay bienestar, hay desarrollo económico y no solo crecimiento… tenemos que unirnos todos los mexicanos”. Confirmado: Es distinto estar de un lado que del otro lado del mostrador.

La corrupción no se ha erradicado, pero es encomiable el esfuerzo en combatirla. En cuanto al desarrollo económico, con el avance del actual régimen transformador, se deben ya rendir cuentas por los propios resultados, el gastado argumento relativo a la garrafal herencia de neoliberales y conservadores —vaya similitud— deja de servir de parapeto en los mañaneros sermones de cada día. Ya no corresponde denostar el fracaso económico de regímenes anteriores cuyo crecimiento económico fue de apenas 2% anual, es decir, nulo. Ahora se debe explicar por qué en 2019 no hubo crecimiento. Lo increíble del discurso político es la habilidad para defender lo antes criticado: “Lo importante es que ahora hay desarrollo y mejor distribución de la riqueza”. De acuerdo, tenemos que unirnos todos los mexicanos, para lo cual es fundamental suprimir el discurso polarizante que divide y confronta, así como estar abierto y dispuesto a la crítica.

López Obrador ha logrado imponer su particular diagnóstico de lo que México requiere, aplicando diversos métodos, incluyendo consultas amañadas y adjudicaciones directas. Los próximos años a juntos recorrer se encargarán de develar lo certero de dicha diagnosis.

Las generalizadas expectativas de connacionales apuntan hacia el abatimiento de la violencia y la inseguridad, así como reactivar la economía volviendo a crecer, cuando menos similar a los nefastos tiempos neoliberales.

En política exterior, el gobierno de la 4T ha sido enfático en aplicar la Doctrina Estrada, referente a la No Intervención y Autodetermina- ción de los Pueblos, sin embargo, México ha apoyado irrestrictamente a Evo Morales, desde que AMLO lo felicitó por imponerse en cuestionadas elecciones que derivaron en su renuncia a la presidencia. México le ofreció inmediato asilo e incluso envió un avión de la fuerza aérea para traerlo a nuestro país donde no contuvo reiteradas declaraciones políticas. En la embajada de México en Bolivia permanecen 9 asilados políticos. El vocero presidencial boliviano arremetió contra nuestro presidente, así como nuestra embajadora fue declarada non grata. Más allá de las razones de México en este pleito, cuestionémonos, ¿cómo está eso de que no nos metemos pero nos metemos?

Asumiendo acertadas decisiones alcanzaremos nuestros buenos propósitos.

Analista político

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