Una revisión somera de la legislación mexicana permite encontrar en reiteradas ocasiones la expresión “sistema nacional”, seguida de un sustantivo. Así, es posible encontrar referencias al de Salud, Archivos, Seguridad Nacional, Seguridad Pública, Búsqueda de Personas Desaparecidas, Educativo, Presupuesto, Protección Civil, Anticorrupción, Contabilidad, Abasto, Transparencia o Planeación, por referir a los que enuncian un tema en concreto. También, están los que incorporan varias actividades, como el de Prevención, Atención, Sanción y Erradicación de la Violencia contra las Mujeres, o el de Información Estadística y Geográfica, por mencionar solo algunos. Varios de esos Sistemas Nacionales tienen fuente constitucional, otros, origen legal y algunos más están previstos en ordenamientos de menor jerarquía normativa. Sus maneras de construcción son disímbolas. En algunos casos se prevén estructuras orgánicas, en otros simplemente competencias y en algunos más trabajos específicos y procedimientos a desarrollar. Son también distintas las maneras en las que tales sistemas operan, pues en unos casos la organización está parcialmente construida, mientras que en otros se constituye mediante convenios o acuerdos.

Si analizamos el conjunto de lo que desde hace ya varios años se ha ido nombrando “sistemas nacionales de…”, resulta un muy abigarrado y desordenado cuerpo de instituciones, supuestos, técnicas y relaciones. Ello ha estado provocando un problema de especial importancia en la conducción de las administraciones públicas federal y locales. A partir de la evocación que se logra mediante la idea de que hay un algo operativo e integral en cualquiera de las materias señaladas, se ha dejado de actuar en las labores que debieran estar encaminadas a la solución de las específicas cuestiones que buscan erradicarse. Si, por ejemplo, a la seguridad pública se le entiende como parte de un todo constituido como sistema, parecerá, y así ha ido sucediendo, que la mera colocación de la tarea en algo que actúa como tal, como sistema, es suficiente para enfrentar los muchos y complejos quehaceres para combatir la delincuencia y restablecer la seguridad. Esta misma situación puede extenderse, si no a todos los sistemas, sí a muchos de ellos.

Una cosa es que las instituciones tengan sus propias competencias y otra, desde luego distinta, que por mera agregación, se supongan parte de un sistema. Que una secretaría de Estado o un órgano constitucional autónomo tengan claramente definidas sus competencias es algo real y existente y, al mismo tiempo, claramente distinguible de la suposición de que la mera adición o amontonamiento de las competencias de varios órganos da lugar a algo no solo diferente, sino también operativo.

La complejidad de asuntos que se vive en el país es enorme. A problemas viejos, algunos históricos, se van acumulando otros que nacen de nuestro presente. Los flujos migratorios, el calentamiento global, los reposicionamientos hegemónicos y tantos más, únicamente pueden ser enfrentados desde instituciones sólidas y eficientes. En el caso mexicano, su particular composición federal hace que muchas de las funciones tengan que ser divididas y, simultáneamente, ejecutadas en conjunto. Lograr que en esa tensión se alcancen resultados favorables no es un asunto que pueda resolverse apelando a viejos y desgastados patrones, pero tampoco suponiendo que la mera invención de otros lo logrará. El uso indiscriminado y fantasioso de los sistemas nacionales “de algo”, está mostrando ser un recurso incorrecto para enfrentar y solucionar dificultades. No tanto, desde luego, porque la idea sea en sí misma mala, sino porque su forma de ejecución ha resultado en muchos casos francamente deficiente. La delegación nominativa a un algo no comprendido, ni menos estructurado, no parece ser una buena fórmula. Las grandes nominaciones convocaron a ello, pero no están resolviendo. Ojalá se piense en esto tanto para corregir lo existente, como para no continuar en la fantasmagórica inercia iniciada hace ya varias décadas.

Ministro en retiro.
Miembro de El Colegio Nacional.
Twitter: @JRCossio

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