Mateo narra en su evangelio que, con motivo de la aprehensión de Jesús en el huerto de Getsemaní, uno de los que estaban con él sacó su espada e hirió a una persona en la oreja. Por ello Jesús dijo: “vuelve tu espada a su sitio, porque todos los que empuñen espada a espada perecerán”. Algunos intérpretes de esta conocida sentencia, han supuesto que fue la mera recreación de la ley del talión prevista en el Levítico. Una autorización para que el agredido responda legítimamente a su agresor del mismo modo y con la misma intensidad. Otros han sugerido que se está ante una especie de maldición, por la cual, el violento, recibirá su merecido por acción divina o por el mero devenir de las cosas. Frente a estas explicaciones, considero que existe una más de carácter predominantemente social.

Me parece que las palabras de Jesús implican una identificación de los modos en cómo la violencia habrá de darse a partir de ciertas condiciones iniciales. Si, por seguir con el ejemplo bíblico, uno de los contrincantes emprende la lucha con una espada, es altamente probable que otros hagan lo propio. Por ello, es previsible que la lucha termine siendo a espadazos y que los combatientes mueran por las heridas infringidas por esas armas. Lo mismo acontecerá con la incorporación de otras armas a la guerra. Con la extensión de la bala a mediados del siglo XIX, los ejércitos del mundo migraron a los rifles capaces de dispararlas y las muertes en batalla fueron causadas mayormente por sus impactos.

Las anteriores reflexiones vienen a cuento por la manera en la que en nuestro país se ha desarrollado la guerra política en las últimas semanas. No me refiero a la mera publicación de los videos o las grabaciones en los que diferentes personajes de la vida pública aparecen en situación comprometida para ellos. Ver a diversas personas entregando o recibiendo dinero, poniendo en duda su ejercicio profesional o su moral, no es nuevo. Sí lo es, sin embargo, la manera en la que recientemente se están utilizando videos o audios en la lucha por mantener o conquistar el poder público.

En días pasados, el presidente de la República transmitió en su charla mañanera un video en el que se ve que dos personajes entregan y reciben entre sí importantes cantidades de dinero. El jefe del poder ejecutivo no solo señaló la importancia de lo ahí visto, sino que exhortó a la población a concebir la corrupción nacional con base en esas imágenes. No se pronunció acerca de la necesidad de judicializar los actos ahí observados, sino que prácticamente pidió a la población que emitiera su juicio, cuando de plano no su sentencia, con base en lo que él mismo mostró. Al proceder de esta manera, el mandatario inauguró una nueva forma de justicia. Un mecanismo en el que él presenta la acusación, ordena el proceso, induce el sentido de lo observado y anima a la población a sumarse al juicio emitido por él.

El presidente ha utilizado una nueva arma y no simplemente ha dejado que otros lo hagan a su nombre. Ha inaugurado una nueva etapa de la lucha política nacional. Pienso que pronto veremos, como con el hierro bíblico, el arcabuz o los drones, que el resto de los adversarios harán los correspondientes ajustes. Estamos a punto de entrar, supongo, a una nueva modalidad de la política del espectáculo. Una que, además de la intensificación de los pleitos y los agravios, impedirá la aplicación del derecho y, con ello, de las sanciones efectivas y el auténtico combate a la impunidad.

Ministro en retiro. Miembro de El Colegio Nacional

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