El repunte inflacionario observado en mayo pone fin al debate iniciado tras la última decisión de política monetaria de Banxico: no, no hemos vencido a la inflación. Por su parte, los datos muestran que la inversión y las expectativas de crecimiento para la economía mexicana siguen cayendo, mientras que la productividad crece lentamente, a la inversa de las exigencias por aumentos salariales. La combinación de cero crecimiento —0.6% anual en el primer trimestre del año (INEGI, 2025)— y una inflación que se aceleró por cuarto mes consecutivo —4.42% anual en mayo (INEGI, 2025)— nos hace entrar en una zona peligrosa.
“Es más fácil moderar una inflación alta que lograr que una moderada vuelva al objetivo”, dice uno de mis mentores sobre su experiencia manejando altas tasas inflacionarias. Una forma de explicar la persistencia de la inflación es que la evolución de los salarios y la productividad no ha sido consistente con el objetivo de inflación del Banco de México (3% +/- 1%). El crecimiento de los salarios contractuales por encima de la productividad laboral, que se recupera lentamente, genera presiones inflacionarias. Esta brecha da una señal de que el mercado laboral debe enfriarse para que el relajamiento monetario iniciado pueda, efectivamente, encaminar a la economía hacia un soft landing.
Cuando la diferencia entre el aumento de los salarios contractuales y el crecimiento de la productividad se hace más grande, la mano de obra se encarece para las empresas. Este aumento en los costos suele trasladarse a los precios finales, ergo, aumentan las presiones inflacionarias. Esta brecha puede abordarse, en principio, desde dos vertientes. Por el lado de la productividad laboral, que no es otra cosa más que la cantidad de bienes y/o servicios producidos por trabajador en cierto periodo de tiempo, la tendencia histórica y los últimos datos muestran que el estancamiento es un problema estructural. Además, los recientes paros laborales merman aún más el crecimiento de la productividad. Por tanto, en el corto plazo, revertir el estancamiento de la productividad no parece una solución viable. Queda, entonces, el aumento de los salarios contractuales.
La alternativa restante para abordar el problema de la brecha tampoco resulta sencilla. Aunque moderar temporalmente el aumento de los salarios contractuales pareciera ser la mejor alternativa para enfrentar la persistencia inflacionaria, también tiene sus riesgos. Además de mermar el poder adquisitivo de las familias —al igual que lo hace la inflación—, pausar temporalmente las negociaciones salariales puede terminar por enfriar de más el mercado laboral. Históricamente, estos ajustes de las condiciones del mercado laboral han desacelerado abruptamente la actividad económica, ocasionando un mayor impacto sobre los hogares.
Continuar con el ciclo de relajamiento monetario, volver a bajar la tasa, podría incentivar el crecimiento económico y seguir abaratando, relativamente, el costo de la deuda pública. Empero, persiste la posibilidad de que la inflación continúe al alza. Es decir, reducir el costo de la deuda en términos relativos y tratar de estimular la actividad económica podría traducirse en mayores precios. Así, esta semana la Junta de Gobierno de Banxico enfrentará la encrucijada de incorporar en su decisión de tasa las presiones inflacionarias provenientes del mercado laboral o priorizar otros objetivos por encima de su mandato: mantener estabilidad en precios. Los datos muestran que el fantasma inflacionario no ha desaparecido y la economía mexicana transita por una zona peligrosa.
@JosePabloVinasM

