Decretar que ingentes problemas sociales como la violencia y la inseguridad que padecemos son el producto de males del alma cuyo origen cala profundidades ignotas y vienen de remotos tiempos no puede ser usado como sucedáneo de la acción y menos como argumento para ganar tiempo.

No es posible declinar el salirle al paso a la problemática que tanto aqueja a tantos más cada día canjeándolo por ofrecer conferencias que a base de tautologías expliquen que la dificultad de controlar lo complicado radica en las causas profundas que lo causan y en la cadena de errores que se han cometido en el pasado propiciando la continuidad y el empeoramiento de lo lamentable. ¡Qué tal!

Es de agradecer que nuestro Presidente sea un hombre profundo en sus reflexiones, espiritual en su alcance, con marcado sentido ético y moral en sus exposiciones y lleno de la buena voluntad que singulariza a los predicadores religiosos y a los líderes espirituales que se mueven en el ámbito de lo trascendente. El predicador religioso, el líder espiritual se sitúan por definición en el horizonte de lo intemporal cuyo plazo es muy otro del de las realidades contingentes, menudas, apremiantes y vulgares de todos los días.

No es posible que el mando civil de la Nación se ubique en la perspectiva de la eternidad o del largo y lento tiempo de la Historia para explicarnos que la ruta para combatir estos flagelos cotidianos pasa por remontarnos a las causas primeras y realizar una reingeniería desde ahí, es decir ir hasta un hasta allá y hasta entonces para rehacer una historia y así poco a poco ir rehaciendo la sociedad hasta poner al país en limpio y poner los relojes a tiempo. El estudioso de la Historia tiene tiempo para urgarla hasta el detalle, el ingeniero tiene tiempo para diseñar al detalle la máquina deseable; el hombre de estado, el gobernante vive y opera en la pedestre si se quiere, en la terca realidad cotidiana que demanda respuestas hoy y que si acaso tiene tiempo para esperar hasta mañana esa espera está condicionada a una expectativa viable y plausible. Resultados sí, promesas ya no!

Para el estadista, para el gobernante, el terreno más limitado de su ámbito y plazo de sus responsabilidades, no implica para nada que reduzca la altura de sus miras ni que superficialice sus razonamientos, pero sí conlleva el imperativo práctico de traducir a la acción eficaz el conjunto de sus reflexiones y de imponerse el desiderátum de comprometer y lograr resultados, parciales si se quiere, pero resultados en el ámbito geográfico, el marco de la Ley y en el plazo de su responsabilidad.

En muchos terrenos México está sobrediagnosticado y es más bien en la acción donde hemos errado o nos hemos quedado cortos. Errores e insuficiencias cuestan y la lista de los costos incurridos también la conocemos. En más de un tema la realidad nos apremia acción atinada y eficaz pues los daños de la posposición, del titubeo, de la inacción, de la teorización, de la prédica, así sea en nombre de transformaciones superiores, se tornan impagables. Inseguridad, Violencia, Pensiones, Salud, Educación, Política Social, Medio Ambiente son ámbitos de urgente articulación de políticas públicas con una clara alineación de incentivos. ¡Esto urge!

El país no está para más prédicas.

Google News

TEMAS RELACIONADOS