Estar encaprichado con algo, quizá todos lo hemos estado en algún momento, e incluso haber persistido en ello por un tiempo, Andar de Terco, no es lo mismo que desarrollar un Trastorno Delirante, Sistematizado, larvado, que vaya ocupando el centro de la conducta de una persona y literalmente llegue a dominar todo su decir y hacer. Eso configura una lógica repetitiva cualquiera que sea el tema y una conducta igualmente reiterativa cualquiera que sea la circunstancia.

Eso es ya otra cosa más compleja, mucho más aún si hablamos del Presidente de la República considerando el poder que concentra y ejerce y el alcance y efectos de su decir y hacer.

Siguiendo lo escrito por el Doctor Ramón de la Fuente Muñiz (Psicología Médica, 1959) , “..los delirios – tanto como las alucinaciones y los sueños- son procesos mentales que (resultan) incomprensibles de no tomarse en cuenta que, en su génesis, el inconsciente (entretejido con la realidad) juega un papel fundamental.”

En el artículo anterior enumeré las ideas persistentes e inmunes a la evidencia y a la crítica que forma el paquete de las ideaciones presidenciales, toca ahora describir el modo delirante como se organizan en su discurso y acción pues los delirios “…son el resultado de la puesta en juego de dinamismos defensivos” que articulan los impulsos del sujeto y los hace prevalecer en su vida cotidiana.

En el caso del Presidente estamos frente a una combinación de dos delirios, el de grandeza y el de persecución. El primero porque el se atribuye cualidades extraordinarias (El no es como los otros; El no miente, no roba, no traiciona ) y se reitera EL Elegido para desempeñar una misión de trascendencia histórica (La Cuarta Transformación de la Vida Pública de México) que, el ha anunciado, está ya muy avanzada y pronta a consolidarse de modo irreversible.

El otro porque reiteradamente denuncia y actúa ser una persona amenazada, maltratada, víctima de maquinaciones y complots organizados por individuos y hasta por instituciones que el y su gobierno deben de combatir a diario sin dar tregua ni oportunidad a sus adversarios (de ahí incluso, así lo ha manifestado El mismo, la estratégica necesidad de preservar las diarias Conferencias Mañaneras).

Recordando al filósofo Baruch Spinoza (Etica, 1675), el Doctor De la Fuente Muñiz subraya que no hay diferencias substanciales, salvo lo permanente o transitorio del trastorno, entre los delirios del psicótico y los de individuos poseídos por pasiones como el poder, la envidia o los celos, salvo quizá por la diferencial reacción de desaprobación o de temor colectivo que puedan producir en su entorno.

Ya no hablando del sujeto delirante sino de quienes lo siguen, De la Fuente Muñiz, cita a Fromm quien hizo notar (El Miedo a la Libertad) “..que una idea falsa puede ser aceptada y compartida, fuera de toda objetividad, por un sector numeroso e incluso por la mayor parte de los habitantes de un país.” No otra cosa fue el Nacionalsocialismo que logró convencer a una parte considerable del pueblo alemán de su superioridad racial y su destino manifiesto (delirio de grandeza) y de que los judíos se confabulaban para destruir Alemania (delirio de persecución).

En el proceso de sistematización del delirio el sujeto llega a mezclar y confundir los datos de la realidad exterior que ssus enes e articulanu decir y haatos r con aquellas fruto de sus ideaciones internasOS JUDbitantes de un particulanu decir y haí percibe con sus ideaciones internas (alucinaciones) y ello lo confronta con la tensionante y difícil tarea, por un lado, de diferenciarlas y, por el otro, de que ambos lados coincidan, lo que no siempre logra (“Yo tengo otros datos” acostumbra decir el Presidente).

Es posible que nos encontramos ante un caso clínico.

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