Continúo con mis consideraciones sobre las estupendas conferencias de dos exrectores españoles que visitaron recientemente la UNAM y la Universidad de Guanajuato. Me referiré a solo dos de los asuntos que me parecen importantes y que fueron incluidos en las presentaciones. Por una parte, el tema de la edad para tener derechos desarrollado por la doctora Esther Giménez-Salinas y, por la otra, la educación, la democracia y el valor de la palabra, a cargo del doctor Ángel Gabilondo.
Inicio con el tema de la edad y los derechos abordado por la Profesora en una doble perspectiva. En primer término, en lo concerniente a la edad de responsabilidad penal y por la otra al caso de la edad de consentimiento sexual. Ella planteó, respecto del primer asunto, el sentido de las legislaciones y las experiencias de algunas naciones, en particular los casos de España y México y se pronunció por hacer una revisión a fondo de la justicia juvenil.
En el segundo tema ella hizo la disección de las enormes discrepancias en los códigos penales de las 32 entidades federativas de nuestro país que ubican la edad del consentimiento sexual entre los doce y los dieciocho años, señalando de nueva cuenta la necesidad de realizar el análisis y debate correspondientes para alcanzar, sin duda, una menor disparidad que la existente.
Le recuerdo al lector que en nuestro país tenemos un grave problema con el embarazo infantil, es decir, el que se registra entre mujeres de 14 años y menores. Tan grave, que cada hora del año se registra en promedio un nacimiento; que muchos de ellos son producto de una violación que además sucede, en la mayoría de los casos, en el domicilio de la menor; que el responsable es alguien cercano a la familia o incluso miembros de esta, y que la edad del padre corresponde en la mayoría de los casos a un adulto.
Por lo que toca a la conferencia del doctor Ángel Gabilondo, me quedo con dos de los mensajes relevantes. El primero que tiene que ver con la importancia de la educación en la vida democrática y el segundo en cuanto al valor de la palabra en la vida diaria y, por supuesto, en la política. Él partió de la frase –que con frecuencia tiene un sentido despectivo– que se hace para descalificar un argumento o incluso principios, diciendo que “son solo palabras”. De la importancia de la educación en la construcción y mantenimiento de la democracia, basta con reiterar que es indispensable.
Por su parte, la palabra es fundamental en la vida diaria. Con la palabra nos comunicamos y entendemos o al menos buscamos hacerlo. Conceptos como ética, justicia, libertad, democracia, derechos o solidaridad, resultan esenciales en nuestra convivencia. El doctor Gabilondo recordó a los asistentes que debemos profundizar en el origen de las palabras, en sus raíces, para valorar su importancia.
Desafortunadamente en el caso de la política la palabra se ha convertido en un artificio que sirve para engañar. Es en ese oficio en el que más devaluada esta la palabra ya que, “cuando digo una cosa, en realidad digo lo contrario”. En una democracia verdadera se debe exigir que la palabra empeñada se cumpla, que no exista fuga en los compromisos. Con frecuencia esa falta de compromiso es acompañada por una mala memoria de la sociedad, como sucede en nuestro caso. La palabra debe recuperar en la vida diaria y en la política el valor que tiene y para ello la educación y la ética son fundamentales.
Exrector de la UNAM@JoseNarroR

