Maurice Conti define el tiempo que estamos viviendo con el acrónimo que utilizaba el ejército estadounidense en los tiempos de la Guerra Fría: V.U.C.A., por las siglas en inglés de las palabras volatilidad, incertidumbre, complejidad y ambigüedad. Eso es lo que prevé para el futuro laboral de la humanidad, lo cual parece del todo amenazador, pero asegura que también reviste muchas oportunidades.

Lo que va a desencadenar toda esta disrupción es el mismo factor que ofrecerá las soluciones: la tecnología. Las máquinas que van a sustituir el trabajo humano, pero que también van a aumentar la productividad y, por ende, la generación de riqueza a niveles nunca antes vistos. Conti, experto en aprendizaje automático aplicado, robótica avanzada y el futuro del trabajo y las ciudades, se define como un futurista, pero aclara lo que eso significa: no es alguien que predice el futuro (lo cual es imposible), sino “quien ayuda a entender los rangos de posibilidades que podrían suceder y cómo prepararse para ellos”.

Un repaso por los datos más actuales indica que la robotización industrial está creciendo como se esperaba, siendo China el país más avanzado, con 164 mil instalaciones de robots industriales en (un año tan complicado como) 2020. Lo sigue Japón, pero con un número mucho menor: 34 mil. Después Estados Unidos y Corea, ambos con 30 mil. México se ubicó en el lugar número 11, con 3,400 instalaciones. Y el país en el que hay más robots por cada 10 mil habitantes es Singapur, con 918 (Corea del Sur segundo lugar con 868, Estados Unidos 228 y China 187).

El mundo se dirige de manera inexorable hacia la automatización de la producción, y eso traerá un cambio que todos los analistas comparan con la revolución industrial, excepto que éste será mucho más transformador. El nuevo informe del Foro Económico Mundial sobre el tema, “The Future of Jobs 2020”, estima que para 2025 serán desplazados 85 millones de empleos en todo el mundo en empresas medianas y grandes de 15 sectores y 26 países.

Le pregunto a Conti, quien ha sido consultor de organizaciones como Tesla, Google y Airbus, sobre los cambios que vienen, y me da un punto de vista distinto a la visión apocalíptica que algunos visualizan. En un futuro muy cercano, explica, tendremos robots personales que nos van a ayudar en todos los aspectos no creativos ni estimulantes de nuestras vidas, desde que no nos falten cosas en la alacena hasta hacer nuestros pagos y negociar nuestros seguros, cerciorándose de que obtengamos el mejor precio y servicio.

En lugar de pasar tantas horas con trámites aburridos, “podremos pasar más tiempo con nuestra familia o haciendo cosas creativas”, asegura, lo mismo que sucederá en el ámbito industrial: las máquinas harán los trabajos repetitivos y gracias a eso nosotros podremos dedicarnos a lo que los robots nunca podrán realizar, que es la interacción, la ayuda solidaria, la creatividad y todo lo que nos hace precisamente eso: humanos. “Lo que haga la Inteligencia Artificial (IA), lo realizará con más eficiencia que uno mismo, porque, por ejemplo, ahorrar 4% al año en todos nuestros gastos es algo difícil para nosotros, pero para un robot será algo trivial”.

Maurice Conti será uno de los conferencistas este mes en el Singularity University México Summit, que cada año se lleva a cabo en Puerto Vallarta pero que en esta ocasión será virtual. No solo se desenvuelve en el terreno de la tecnología, sino que es un activista a favor de los océanos, habiendo dado la vuelta al mundo en más de una ocasión como explorador e investigador. En 2009 recibió la Medalla de la ONU al Valor Excepcional en el Mar, además del reconocimiento al Valor del departamento de Guardacostas de Estados Unidos por arriesgar su vida para salvar a tres marineros que habían naufragado.

“No me preocupa que los robots vengan a quitarnos nuestros trabajos –comenta–, en primer lugar porque se sobreestiman las capacidades reales que tendrán y el tiempo en que van a sustituir una gran cantidad de oficios y profesiones. Si hablamos a 50 o 100 años, con toda seguridad va a suceder, pero de aquí a 10 años aún no pasará”. Pone el ejemplo de los camiones autónomos, que no necesitan chofer, una tecnología que ya existe, aunque no se ha universalizado su uso. Pero aunque eso sucediera, justo en estos momentos el mundo tiene un déficit de choferes, como se ve en Gran Bretaña y en la Europa continental, y también en Estados Unidos, donde faltan unas 250 mil personas que hagan ese trabajo (otro dato importante es que los vehículos autónomos prácticamente garantizarán un futuro sin accidentes).

“Vamos a tener tiempo para adaptarnos y que los trabajadores tengan otras ocupaciones. En los últimos años (además de elaborar, por ejemplo, unas puertas para cabinas de avión totalmente diseñadas por IA e impresas en 3D, que son 40% más ligeras y 50% más resistentes) ha trabajado en robots educativos que son capaces de enseñar materias con más precisión que los humanos, prediciendo que sobrevendrá la colaboración de las máquinas con las personas, más que la suplantación (como pasa ya en la medicina). “Además, al día de hoy hay un déficit de un millón de maestros en todo el mundo, así que estamos muy lejos de llegar al punto de que las máquinas los sustituyan”. Lo que más bien pasará, agrega, es que mucha gente que no tiene educación la tendrá.

De todas formas, pase lo que pase, la tecnología nunca ha tenido ni tendrá frenos. Sucederá, sea como sea, por encima de sistemas políticos, gobiernos populistas o retrógrados. “Históricamente nunca hemos podido frenar a la tecnología, más bien nos hemos adaptado a ella y ha traído beneficios masivos”. Así que, en lugar de pensar en los disturbios sociales que algunos creen que tendremos en un futuro en el que los choferes se queden sin trabajo, ¿por qué no pensar en educación continua y en apoyarlos para que aprendan más habilidades (ayudados también por la tecnología, por cierto), comenta el experto.

Y ya que, según esta perspectiva, el tiempo para adaptarnos a la disrupción será suficiente, eso nos dará oportunidad de solucionar los problemas de la IA, por ejemplo los muchos sesgos que aún tiene, y que deben desaparecer. “Se trata de cosas que realmente afectan a las personas, como por qué la IA del banco me negó un crédito, por qué la IA de tal empresa me impidió entrar a trabajar ahí o por qué la de la universidad impidió que mi hija se pudiera inscribir”.

Quizá sí desaparezcan en algún momento los trabajos repetitivos, pero, de todos modos, poner tornillos en una deshumanizada cadena de producción nunca fue una actividad estimulante. ¿Para qué querríamos trabajos así? Podríamos dejárselos por completo a las máquinas, aunque, claro, con la condición de que se sustituyan esos empleos por algo más inspirador… o al menos con que la gente no se quede sin ingresos. Y aquí es donde entra la promesa de la Renta Básica Universal (RBU), el garantizar que toda persona cuente con un ingreso recurrente, un concepto que ya se está aplicando en infinidad de programas piloto. La RBU, curiosamente, es multicitada por todos los grandes tecnólogos y futuristas como el inevitable puerto al que la humanidad arribará cuando lleguemos a una era de mayor prosperidad.

¿En serio nos dirigimos hacia allá? Quizá no en este momento, pero posiblemente en algún punto. Con la productividad actual sería, por supuesto, impensable, pero sí con un avance exponencial de este factor clave para la generación de la riqueza.

Junto al dato de que se perderán 85 millones de empleos, el citado estudio del Foro Económico Mundial determinó que se crearán 97 millones en su lugar, dado el empuje de la productividad que traerán consigo las tecnologías revolucionarias. El director del Stanford Digital Economy Lab, Erik Brynjolfsson, publicó en el órgano de divulgación del MIT el resultado de sus investigaciones sobre lo que llama “El próximo auge de la productividad”, en el que indica que muchos países están pasando por el punto más bajo de la curva en “J” del crecimiento, que es lento al inicio y después se dispara.

La primera razón por la que se espera este crecimiento “es por la IA y el aprendizaje automático”, más “las importantes innovaciones que han propiciado el fuerte descenso del precio de la energía solar”, escribe Brynjolfsson. A más largo plazo, otros futuristas prevén hasta un 35% de aumento de la productividad en las próximas décadas, lo que supondría un verdadero resurgimiento económico para la raza humana, que tendrá que lidiar, más que nunca, con el tema más apremiante: el de la desigualdad. ¿Cómo logrará este último objetivo? Quizá apoyándose en una renta básica para cada persona en el mundo, sin importar lo que haga, y en una Inteligencia Artificial cada vez más robusta que, gracias al trabajo de gente como Maurice Conti, logre eliminar los sesgos que inducen los privilegios de unos grupos sobre otros.

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