Hace apenas un poco más de tres décadas México no era una democracia. Las elecciones las organizaba el gobierno a través de la Secretaría de Gobernación y las calificaba el Congreso de la Unión, siempre dominado por un partido hegemónico. La opacidad y el abuso habían engendrado una cultura de desconfianza en los procesos electorales. Para la mayoría de la gente, los comicios eran una simulación en la que no valía la pena participar.

Afortunadamente, México ha cambiado mucho y para bien. Hoy tenemos instituciones electorales independientes y profesionales que se encargan de hacer que se respete el voto ciudadano. Estas instituciones dan confiabilidad y solidez técnica a la organización de los comicios. Pero esto no significa que la construcción de la democracia esté terminada. Al contrario. Justamente lo bueno de la democracia es que es un proceso que permite la mejora permanente de sus leyes e instituciones.

Por eso es muy positivo que en días recientes, la Cámara de Diputados haya logrado que el nombramiento de quienes ahora ocupan las cuatro vacantes que se habían generado desde marzo en el Consejo General del Instituto Nacional Electoral (INE) se diera por consenso.

Este año, solamente se llevarán a cabo elecciones locales en los estados de Hidalgo y Coahuila. En el 2021, además de que a nivel federal habrá de renovarse la Cámara de Diputados, se llevarán a cabo comicios en prácticamente todas las entidades, y 16 de ellas, tendrán elección de Gobernador. Las elecciones serán muy competidas. Se requerirán árbitros fuertes, creíbles, respetados y que sus decisiones sean acatadas por todos.

Pienso que ahora la pelota está en la cancha del INE. México requiere de una autoridad electoral fuerte. Desde su nacimiento, se pensó que el INE, máxima autoridad electoral, fuera un organismo con la autonomía y fortaleza necesarias para garantizar la certeza, imparcialidad y objetividad en la celebración de comicios, tanto a nivel federal como local. A las instituciones les corresponde garantizar la efectividad del voto y blindar los procesos electorales de intereses ajenos al ciudadano. Para que esto suceda es fundamental que el INE demuestre fortaleza e independencia, y que quede más allá de toda duda su imparcialidad y su capacidad para organizar las elecciones. La tarea que tiene por delante representa para el INE un reto enorme y va a requerir que todos los actores políticos asuman el compromiso de respetar a la autoridad electoral.

Nuestra democracia, con todos sus problemas y todos sus defectos, sigue siendo el sistema político que los mexicanos queremos darnos para construir nuestros gobiernos, para exigirles cuentas y reemplazarlos cuando defraudan las expectativas de la ciudadanía. Para ello, resulta indispensable que los procesos electorales tengan plena credibilidad. La tarea de la construcción de la democracia aún no ha terminado. La realidad nacional exige dar justa respuesta a las demandas de la ciudadanía. Para que las elecciones se lleven a cabo en un ambiente de normalidad democrática es indispensable que tanto el INE, como la sociedad y la clase política, estén a la altura de lo que México requiere.

Abogado. @jglezmorfin

Google News

TEMAS RELACIONADOS