Entre las vertientes actuales del cine de horror hay una en particular que recurre a tradiciones poco estudiadas para actualizar lo monstruoso, no ya como algo ajeno a lo humano sino como parte esencial de él.

La monstruosidad interior es el gran tema del sorprendente quinto filme del director en ascenso imparable Scott Cooper, Espíritus oscuros (2021), producido por Guillermo del Toro, David S. Goyer & J. Miles Dale, basado en el cinedrama escrito por Cooper, Henry Chaisson y el autor de la escalofriante narración original Nick Antosca.

Ante las circunstancias que sugieren abuso, la maestra Julia (Keri Russell) y su hermano, el policía del pueblo Paul (Jesse Plemons), intentan descifrar la bronca del introvertido niño Lucas (Jeremy T. Thomas, en actuación fuera de serie). Quien revela cosas bastante perturbadoras.

El trazo de la película tiene dos niveles: qué esconde Lucas y cómo embona en el contexto de ciertos hechos sangrientos.

La explicación de Warren (Graham Greene) es irracional: cobró vida el ancestral mito sicótico del wendigo. Lo interesante es que el largometraje explora cuán vulnerable es Lucas enfrentándose a espantosa circunstancia similar, a una “leyenda” urbana que acaso le modificó su sicología.

Cooper mostró notable intuición para lo íntimo desde su primer filme, Loco corazón (2009). Ahora realiza un relato pavoroso, contemporáneo y universal: la frágil intimidad de una infancia oscura sin, tal vez, perspectiva de futuro.

El largometraje, hecho con cuidada tensión, se interna por los inquietantes senderos emocionales de Lucas. Asimismo, reinterpreta una literatura anticonvencional que remite al peligro, al miedo cotidiano casi físico.

Era natural que al productor Del Toro le interesara el tema y su enfoque.

En efecto, deriva de sus codiciadas teratologías. Una fábula adulta, hipnótica, sobre diversas monstruosidades en estado primigenio. Entre las mejores producciones de terror del año.

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