Una premisa interesante, llena de misterio, francamente enredada porque es un filme de espionaje vestido de melodrama. Es la historia de Natasha (Scarlett Johansson) y la de su peculiar familia al servicio de la ex URSS: Alexei (David Harbour), quien aporta el descanso cómico de la película, Melina (Rachel Weisz), y su hermanita Yelena (Florence Pough), con quien mantiene destacada rivalidad.

Esto conforma el trasfondo, superior al que por lo general presentan cintas basadas en cómics.

Aquí importa, antes que lo físico de las acciones, lo psicológico de esa familia y su destino, revelador de quién en realidad es Natasha y por qué lo excepcional de sus habilidades.

Es “Black Widow” (2021), película 24 del Universo Marvel , con la que inicia su etapa cuatro, y cuyo lugar corresponde entre “Capitán América: civil war” (2016) y “Avengers: infinity war” (2018).

Para darle un giro a esta aventura y nueva etapa, se encargó la dirección a la australiana Cate Shortland , apenas en su cuarta cinta. Un reto mayúsculo, si se considera que nomás tiene experiencia como independiente y maneja bajos presupuestos desde su debut, “Amor o sexo” (2004).

Coescrita por Ned Benson; Jac Shaeffer —con tablas en la gustada serie “WandaVisión”—, y especialmente por Eric Pearson —con gusto para espectáculos tipo “Godzilla vs. Kong”—, esta producción profundiza en un personaje más complejo de lo que se creía.

Incluye un villano a la altura, Dreykov ( Ray Winstone ), que cumple con el papel en la parte más sustancial de la trama.

Shortland sabe trabajar personajes femeninos en el límite. Es ideal para contar, con buena mano e impecable acción, la historia de una familia disfuncional. Aborda con destreza una mitología de la ex Unión Soviética, la creadora de espías del calibre de Natasha y Yelena, vista en “Operación Red Sparrow” (2018).

La fórmula espionaje-melodrama de “Black Widow” es casi perfecta; está a la altura de lo mejor del Universo Marvel.

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