Sin quererlo, con El exorcista (1973), William Friedkin inauguró un subgénero fílmico ampliamente saqueado desde su secuela, Exorcista II: el hereje (1977).

Reciclado en el siglo XXI, con incontables títulos tipo El exorcismo de Emily Rose (2005), El último exorcismo (2010), y antes del inminente estreno Exorcismo en el séptimo día (2021), más la ineludible secuela homónima a la obra original por proyectarse este mismo 2021, aparece un espécimen nacional, El exorcismo de Carmen Farías (2021), segundo largometraje del especialista en efectos Rodrigo Fiallega.

Debido a que los lugares comunes del género están sumamente averiados, antes que cinta de terror, quiere ser un melodrama familiar sobre Carmen (Camila Sodi), que recibe un inesperado legado, con casa embrujada incluida.

A Carmen la acompaña en esta aventura el sacerdote de rigor (Juan Carlos Colombo) y abunda la tecnología pasada de moda para confirmar cuán terrorífico es aquello que la acecha. Igual que les sucedió a los religiosos de Exorcismo en el Vaticano (2015).

La cinta tiene todas las Extrañas apariciones (2009) del caso. Sigue paso a paso las “estaciones” que conforman al subgénero.

La trama es predecible, sin el humor involuntario del febril churro Exorcismo erótico de un monje (1975) con Paul Naschy, y lo melodramático podría haberse resuelto sin faramalla.

Los sustos “aterradores”: puertas que chirriaban y muebles que se movían en El fantasma del convento (1934), filme más vanguardista, son de innecesaria parafernalia efectista.

El exorcismo de Carmen Farías

presenta cada uno de los choteados clichés del subgénero.

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