El exitoso estilo Disney Pixar indica que se mantendrá a la vanguardia con Lightyear (2022), segundo filme —aunque primero en solitario— del animador Angus MacLane. Se trata de un “derivado” de la popularísima saga Toy Story.

MacLane hace un planteamiento original sobre la procedencia del personaje, con un giro. O sea, quién fue, de dónde viene, por qué debe importarnos Buzz Lightyear.

Esta sensible exploración rompe el estereotipo de la psique del juguete que se creyó las hazañas que previamente protagonizó.

El argumento de MacLane & Jason Headley propone un camino dramático con suficientes descansos cómicos. Crea así una circunstancia distinta como semejante a la de Toy Story.

La propuesta sobre quién es Lightyear se inspira en esa ciencia ficción referida a viajes espaciales y encuentros con nuevos mundos, publicada en los 1950 en revistas pulp (ese papel de bajísima calidad), que tenía, para sus entretenidas aventuras llenas de asombro, el don de la clara sencillez.

El diseño de cada ámbito, o de las figuras —como el entrañable gatito con inteligencia artificial Sox—, y el encuentro con el emperador Zurg, están teñidos de la imaginería que resultará familiar para aficionados a nombres como Buck Rogers y Flash Gordon. O sea, personajes del género “ópera del espacio”, que eran muy humanos antes de los súper héroes.

MacLane le da a Lightyear sólido ritmo dramático y armazón visual. Su cuidado planteamiento como filme, dado el gran espectáculo que es, bien vale la pena verlo en cine para admirarlo. Su calidad es digna continuación-reelaboración de las entregas predecesoras.

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