El terror permite excesos impensables en cualquier otro género; propone situaciones que violentan la lógica del espectador a grados inverosímiles.

Un ejemplo destacado es la variación de “El cubo” (1997), con trampas hechas para aterrorizar: “Escape room: sin salida” (2019, Adam Robitel).

Seis personajes debían intentar escapar de cuartos mortales. Para salvar la vida en ese espacio cerrado, había una insólita carrera de obstáculos contra reloj.

Repitiendo la fórmula que entonces funcionó, el director Robitel, para su cuarta cinta, “Escape Room: reto mortal” (2021), revela el nexo que une a los “nuevos” participantes.

Zoey (Taylor Russell) y Ben (Logan Miller) encabezan otra vez el grupo de “jugadores”.

De nuevo tienen que sobrevivir los mortales cuartos-acertijos. Esto no se sabe si es el fin último, ni si es la retorcida diversión de una persona o empresa. Pero reciclar la fórmula con igual ingenio y suficientes lugares comunes como buscando mejorarla casi esperando un milagro, no parece óptimo.

Robitel se muestra seguro con la historia. No muestra pudor alguno al repetirla con nuevos efectos, aunque no mejores que los de la última vez. Sobre todo, no pierde de vista que hace un entretenimiento sin pretensiones y que cada quien es libre de imaginar si es una cinta de terror con metáforas sobre la angustia contemporánea, o un simple churro que sorprende con algo ya visto más cruelmente en otros filmes.

Sin embargo, mantiene el mismo nivel de calidad que la primera. Lo rara que es la película y su ritmo, que la sostiene concisamente y sin rollos, basta para que el público que la ve por vez primera —o el que ya conozca el tema—, tenga suficiente diversión. Sin duda acierta en cómo juega con los personajes y cómo presenta ese cubo metafísico en el que quedan atrapados.

La nobleza del género permite excesos como los de esta película. Eso sí, sólo los aficionados al mismo podrán disfrutarla.

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