La propuesta de Agentes 355 (2021) parece un mal chiste tipo ensalada de nacionalidades: érase una vez la ruda espía de la CIA Mace (Jessica Chastain), que para evitar oootro apocalipsis de bolsillo, debe asociarse con su similar inglesa del MI6 Khadijah (Lupita Nyong’o), la rival alemana Marie (Diane Kruger) y la sicóloga colombiana Graciela (Penélope Cruz).

Acaso también con la misteriosa china, Lin Mi Sheng (Bingbing Fan).

En este segundo filme de Simon Kinberg, la idea de súper heroicidad —a la que está acostumbrado el asimismo coguionista y coproductor—, está en que el equipo femenino trabajaría en conjunto para que la misión triunfe. Como no pudo hacer una Black Widow, divide las capacidades de ese personaje en cinco. El cóctel es chafa.

Parte de la cinta es sobre el reclutamiento y quiénes son los malosos. Ésta es la que mejor funciona, incluso con la referencia “histórica” a que alude el título. Otra parte es de búsqueda y confrontación.

Kinberg y su escritora Theresa Rebeck plantean el filme con líneas y conceptos de los James Bond recientes; con tarea Misión: imposible, mezclada con La gran estafa; y un poco de Los Ángeles de Charlie versión año 2000. O sea, cero originalidad.

El manoseado esquema cine-cómic, con el que metió la pata Kinberg en X-Men: Dark Phoenix (2019), está aquí. Buena presentación, regular desarrollo de un segmento central de la historia, y una banal solución “espectacular”.

Kinberg adjudicó el fracaso de Dark Phoenix al estudio productor. Siendo ahora el que controló todo, ¿a quién endosará que este filme de espionaje, mejor codificado en otros con mayor éxito, es bien papita?

Agentes 355 es sobre un súper heroísmo —con forzada corrección política— lleno de limitaciones humanas. Esta cinta confirma que este estilo va de salida por inverosímil y ridículo.

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