El cine de terror cambió en este siglo. Antes era más gráfico y tenso (del tipo que Scream, 2022, quiere resucitar). Hoy es sicológico y atmosférico. En esto se basa el debut escrito y dirigido por Andrew Mecham & Matthew Whedon, El demonio en el espejo (2020).

El tema es cómo lidian con el luto por su madre las jovencitas Claire (Elizabeth Birkner) y Olivia (Addy Miller), que quedan bajo la custodia de su extraña tía Beth (Jan Broberg), cuyas rígidas reglas deben cumplir.

Considerando que se trata de una variación, la enésima, sobre el lugar común de la casa embrujada, el asunto, de principio, no da para mucho.

Propone lo que cualquier espectador conoce. Y puntualmente acontece. Pero ciertos objetos, como el espejo ­—a lo que se suma el gustado tópico de la desobediencia: la manera en que rompen las reglas—, y qué sucede durante el duelo filial, son detalles mínimos que aportan originalidad al filme.

El asunto es resuelto con destacados detalles visuales, efectistas, que confirman lo asfixiante de la atmósfera y hasta dónde la sicología de los personajes crea, tanto por torpeza como por miedo, la violenta cotidianidad en que estos quedan inmersos.

La cinta juega con qué revela el espejo. ¿El mal puro, real, o el mal sicológico, irreal? Su peculiaridad es la fidelidad a la serie B, con sus clichés, sustos y ámbitos tenebrosos. Este género se niega a morir y vive en los intersticios de un aterrador objeto como el espejo aquí presente.

Los directores hacen que El demonio en el espejo sea concisa, casi sin adornos. Esperan complacer a los aficionados del género con una opción que, si bien no rompe los esquemas, aporta uno que otro elemento para sugerir que la posesión demoniaca residiría en la memoria y el alma de los protagonistas.

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