Interpretando un ensayo del filósofo y psiquiatra noruego Finn Skårderud, donde sugería una o dos copitas para sentirse bien y compensar el déficit de 0.5 de alcohol en la sangre con que nacemos, el audaz cineasta danés Thomas Vinterberg construye la sólida base de su filme 12: Una ronda más (2020).

Cuatro maestros de secundaria, encabezados por el cincuentón en crisis de la mediana edad Martin (Mads Mikkelsen), prueban dicha teoría con provocadora irresponsabilidad.

Cada día andarán ligeramente ebrios. Establecen reglas que, claro, van rompiendo conforme el experimento se va al diablo.

El tema parecería carecer de sustancia; estar demasiado visto en cintas previas sobre alcoholismo. Un hecho trágico y personal alteró por completo el resultado: días antes del rodaje la hija adolescente de Vinterberg, con pequeño papel en la trama, murió en un accidente.

Esto marca el estilo de la dirección: tenso en la descripción de rutinas de cada personaje, y cáustico en cada situación donde la bebida aparece involucrada.

Trabajando con todo el peso de su dolor, Vinterberg encuentra un camino hacia la redención, conmovedor, humano, referido a cuán liberadora podría ser la embriaguez. Sus personajes lo confirman. El resultado es que no hace crítica moral ni denuncia un problema social; el eficaz montaje final consigue presentar el argumento con profunda lucidez.

Por supuesto, va más allá: es una celebración de la vida con todos sus defectos; una evocación de la sabiduría del instinto y una revuelta contra el sentido común. Lo mucho de irracional que hay en la historia, Vinterberg lo presenta con equilibrio envidiable: no juzga a los personajes ni sus razones; se interna por una realidad que muestra con toda severidad. Pero que comprende.

Vinterberg logró una sutil obra maestra, por la que merecidamente lo nominaron como Mejor director, y por la que obtuvo el Oscar hollywoodense a Película extranjera.

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