¿Temor del “hombre fuerte? Este lunes 8 de febrero puede ser una fecha clave para el futuro de la democracia en México y de sus relaciones con los agentes económicos domésticos e internacionales. En lo político, ese día emprendió el presidente López Obrador una nueva fase de su campaña en su intento de 1) conservar en junio próximo, a cualquier costo, el control de la Cámara de Diputados, 2) acrecentar su poder con el control de la mayoría de los 15 estados que elegirán gobernador, 3) controlar también las alcaldías con mayor peso económico 4) clausurar otro contrapeso con el control de casi todos los congresos locales y 5) crear las condiciones de consolidación de un modelo de concentración de poder absoluto, sin límites) como no se veía en México desde el Maximato de Calles. Es la figura de los “hombres fuertes” (Chávez, Pinochet, Evo) pertrechados en mitos redentores, providenciales, un modelo perfeccionado por Putin, el nuevo aliado de AMLO.

Embravecido contra la crítica periodística y la resistencia intelectual a su lamentable gestión de gobierno (la mayor tasa de mortalidad por Covid de América Latina), así como contra los partidos que intentarán competir con el desmesurado poder presidencial, AMLO continuó ayer martes sus embestidas enconadas de campaña electoral. A sabiendas de que con ello viola la Constitución, su disposición a cargar con el costo de sus actos ilegales de campaña y de la violencia verbal contra quienes él percibe como obstáculos para su proyecto, quizás podrían explicarse por el temor de la derrota, o por su desconfianza en los resultados de su partido en un juego electoral limpio. O quizás sólo se expliquen por la costumbre inveterada de salir con ventaja a las competencias electorales

En todo caso, el presidente puso por delante su apetencia de prolongación de un poder ilimitado para completar en la próxima legislatura la eliminación o neutralización de contrapesos, incluyendo la reabsorción, de hecho, del control electoral por el Ejecutivo. Ha puesto las funciones de Estado al servicio de una engañosa propaganda electoral: desde la campaña de vacunación sin vacunas hasta la manipulación de la persecución de los delitos de sus adversarios y la exoneración de sus allegados. La voracidad del jefe de campaña manda al diablo los deberes del gobernante.

Parlamento abierto ¿economía cerrada?

En lo económico, nada, ni una coma podrán modificar los legisladores oficialistas que aprobarán la contrarreforma eléctrica, aseguró el presidente ayer, no obstante, la convocatoria a Parlamento Abierto para dejar hablar a quienes no serán escuchados. El “hombre fuerte”, como supremo legislador sobre los legisladores comunes y las voces de la sociedad, ordena aprobar las normas de un decreto declarado inconstitucional por la Corte. El hecho podría estar colocando una lápida sobre la primera víctima de la economía abierta satanizada por el presidente como neoliberal. Y podría anunciar, además, una primera fractura seria en la relación del gobierno con los agentes económicos nacionales e internacionales.

Cinturones

Dos años bastaron para llegar al límite de la desconfianza en el nuevo régimen por parte de mercados, inversionistas e instancias financieras. El presidencialismo consolidado con el presidente Cárdenas, que entre sus poderes incluyó la designación de su sucesor, se llevó medio siglo de convivencia productiva con los factores internos y externos de la economía, hasta el divorcio, por las expropiaciones y la retórica tercermundista del presidente Echeverría y la estatización bancaria del presidente López Portillo. El sistema hacía impredecible la conducta de los presidentes, se reprochaba entonces. Malo. Pero las señales presidenciales de hoy lo vuelven muy predecible. Peor. Abróchense los cinturones.

Profesor de Derecho de la Información, UNAM

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