Paros para los medios

La madrugada de ayer fue desarticulada en parte, y exhibida, la operación en curso para someter a la UNAM. El método consiste en cerrar por la fuerza escuelas y facultades mediante la acción de piquetes de una veintena de personas embozadas, a fin de fabricar la imagen de planteles tomados libremente por sus alumnos para sumarse a un paro que no desea la inmensa mayoría de estudiantes, profesores y trabajadores. El objetivo parece claro: mostrar la falta de control de las autoridades. Ayer lo frustró la comunidad de la Facultad de Derecho, con su director Raúl Contreras al frente. Y por las huellas de vandalismo y agresividad dejadas por los atacantes allí y, por la tarde, en Rectoría, quedó una vez más en evidencia que los autores de estas acciones han degradado la justa causa original contra la violencia de género.

Pero no sólo habrían desvirtuado esa causa legítima. Conforme pasan los días parecería que la han malbaratado al servicio de intereses contrarios a los estudiantes, los profesores y de la propia institución. Por supuesto que hay que compartir y darles cauce incluso a las expresiones más radicales —algunas, brillantes— contra una cultura y un orden establecido por siglos hostil a la mujer. Pero eso no debería ocultar que las recientes acciones realizadas en su nombre nada tienen que ver con la lucha contra la violencia de género y mucho con un empeño de construir para los medios imágenes de violencia y de ingobernabilidad del entramado institucional autónomo de la Universidad.

Con ello parecerían justificar la pretensión de convertirla en un aparato más, bajo el control del régimen, como lo ha hecho el propio régimen con otras entidades autónomas. Ya hay quien lo anticipa así con banderas de ‘democratización’ de la UNAM y de combate a su supuesto elitismo. Y esto no sería necesariamente encargo explícito de Palacio. También podría ser resultado de la lucha de facciones en el oficialismo con actores que suponen servir así a la voluntad presidencial.

Semestre clave

Digo, es un decir, para afligirnos con Vallejo, si cae la UNAM en el modelo anticipado por el régimen para sus universidades; y si sus estudiantes van al esquema clientelar en un régimen electoral controlado por el gobierno dentro y fuera de la Universidad; y si profesores e investigadores pasan a ser considerados élites no confiables a reducir, es decir, si cae la UNAM, el país estará sofocando uno de sus pocos focos generadores de conocimiento, los estudiantes económicamente más desfavorecidos verán clausurado en definitiva el ascensor social hacia un ejercicio profesional mejor remunerado y los estudiantes de familias con más recursos buscarán su mejoría en las universidades privadas.

Este semestre parece clave para la definición del futuro del régimen de la llamada cuarta transformación. Si la Universidad resiste, los siguientes meses no serían propicios para desbaratarla porque su resaca alcanzaría las elecciones intermedias y complicaría las luchas intestinas del régimen. Y éstas, desde luego, incluyen las expectativas de reparto de los espacios universitarios como botín, con sus poderes de decisión en todos los órdenes.

El tiempo del INE

También la autonomía del Instituto Nacional Electoral ha estado y estará este semestre en la mira del régimen, igual que las normas que propician la competencia y la pluralidad. Y, también, si cae el INE, habrá que despedirse del régimen de libertades políticas vivido en las últimas décadas, así como de otros derechos y garantías que estarán en riesgo en el actual periodo de sesiones del Congreso. Pero si el INE resiste el semestre, habrá librado el peligro inminente, por la restricción constitucional que impide modificar las normas electorales durante el año previo a la siguiente elección.


Profesor de Derecho de la Información. UNAM

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