Envenenados. Concentrar en sus manos el poder de perseguir, sancionar, despojar, incluso a inocentes, junto al poder de decidir la impunidad, incluso de los peores criminales, son dos regalos envenenados que aparecen este año en el árbol de Navidad de palacio, con una tarjeta dirigida a la presidenta Sheinbaum. Uno de ellos proviene de la conquista reciente de la Fiscalía General de la República, arrebatada al oscuro patrimonio compartido por el ahora exfiscal Gertz y el expresidente López Obrador. El otro paquete contiene la captura del sistema judicial, iniciada por AMLO y consumada por Sheinbaum para aplastar la incipiente independencia de ese poder y triturar su proceso de profesionalización alcanzado en las últimas décadas. El asunto es que ya le están llegando las facturas.
Lastre. No fue una mala idea remover a un fiscal que encontró en la sumisión al expresidente la moneda de cambio para retener márgenes de maniobra que le permitieron desplegar su propia agenda de intereses y cálculos políticos, así como para gestionar sus fobias y filias personales. Pero el hecho de seleccionar para sustituirlo a alguien de su círculo interno hará recaer sobre la presidenta las responsabilidades siempre explosivas de una función que, de acuerdo con la Constitución, tendría que ser autónoma del Ejecutivo. Ahora, cada golpe de arbitrariedad, cada carta de impunidad, antes con cargo a López Obrador, irán a la cuenta de Sheinbaum. Y lo principal: el control político de fiscales y jueces no constituye el mejor mensaje navideño para garantizar los derechos y las libertades de los mexicanos. Por último, ese control será más un lastre que un activo para la recuperación del crecimiento, el fomento de las inversiones y las negociaciones comerciales con el mundo, particularmente en el caso del T-MEC.
Envoltorio. Ciertamente, la Navidad no siempre trae regalos útiles o gratificantes, como, a su vez, lo podría ilustrar el que encontró en su arbolito la recién nombrada fiscal general de la República: un tiradero difícil de recoger. Por allí le esperan los asuntos enredados o enterrados por su antecesor. Para Ernestina Godoy, el regalo suspende toda posibilidad de receso navideño, dada la urgencia de encontrar hilos conductores para transitar por esa maraña de manejos patrimonialistas del cargo público: los enjuagues que, por una parte, hizo Gertz a favor de sus propios intereses, en calidad de cobro, por otra parte, por sus manejos obsecuentes ante las indicaciones, también patrimonialistas, del entonces presidente López Obrador, en los asuntos de su particular interés.
Excesos. El patrimonialismo de Gertz no ha sido, ni remotamente, un descubrimiento para la nueva fiscal general: ella misma participó, como fiscal de la CDMX, en los excesos del exfiscal general para despojar de su herencia a la viuda de su hermano fallecido.
Cortocircuitos. Las reformas estructurales de la década anterior extrajeron del Ejecutivo el monopolio del ejercicio de la acción penal, o sea, la potestad autocrática de perseguir -o no- los delitos. Sustituyeron la Procuraduría como una dependencia más del gabinete presidencial, con un órgano autónomo, la fiscalía general, que, sin embargo, fue avasallada por siete años por López Obrador en connivencia con Gertz Manero. Este fue removido con el mismo expediente autocrático con el que fue investido, igual que su sucesora, seguro hoy concentrada en armar este desvencijado regalo navideño usado hasta hoy para gestionar impunidades y arbitrariedades. Buena suerte en un camino cruzado permanentemente por ramificaciones y huellas de Palenque y las líneas provenientes de Palacio Nacional.
Nochebuena. Y mis mejores deseos a quienes, heroicamente, llegaron al final de estas notas, a unas horas de la Nochebuena y en la víspera de Navidad.

