Series “Lozoya” y “Calderón”. El nuevo episodio de “Lozoya” permite recordar que series como ésta suelen salírseles de las manos a sus guionistas, en este caso, los estrategas del oficialismo para las elecciones de junio. Pero lo que ya es un hecho es que la declaratoria —con los mismos fines— de “narcoestado” contra la organización política de la nación, así haya sido delimitada al periodo de la serie “Calderón”, deja ver al presidente López Obrador una vez más huérfano de un Talleyrand que le recuerde que “todo se puede hacer teniendo las bayonetas, menos sentarse en ellas”. Esta máxima, nacida de las turbulencias del periodo de entre siglos XVIII-XIX, fue recreada en las turbulencias de medio siglo después por el socialista Ferdinand Lasalle. Un par de siglos más tarde de su formulación original, recogimos aquí aquella sentencia, en diciembre de 2018, cuando el presidente empezó a minar, él mismo, el terreno de su sexenio con la gravosísima destrucción del nuevo aeropuerto. Y esta semana, por enésima vez en menos de 21 meses de gobierno, el presidente pareció dirigirse a tomar asiento sobre sus propias cuchillas afiladas.

Demasiado lejos llegó el mandatario en su obsesión de desactivar las fuerzas de reacción despertadas en la sociedad ante los resultados desastrosos de su gestión de la triple crisis: de salud pública, de economía y de seguridad. Muy lejos, también, apuntó AMLO (no el gobernante, sino el jefe absoluto de una facción política de corte fundamentalista) en su proyecto de hacer avalar en las urnas, el próximo año, tan deplorable desempeño. ¿Su plan en marcha?: Fabricar pánicos morales en torno a objetivos a derribar con alto impacto electoral (los señalados por Lozoya) o a quienes podrían atravesársele en esa ruta (el partido de Calderón).

El exabrupto presidencial del narco estado no sólo atenta contra la verdad, sino contra las bases mismas en que se sustenta el Estado que encabeza. Porque si el de Calderón hubiera sido un narco estado el actual también lo sería. Y es que no hay un cambio sustancial ni en la estructura, ni en el funcionamiento, vamos, ni siquiera en buena parte del personal del Estado mexicano de hoy respecto del de 2006 - 2012. No hay cambios en las fuerzas armadas y nombres de entonces se reciclan hoy en los órganos Legislativo y Judicial del Estado. Y que en los tres poderes se lleguen a filtrar agentes a los que, si fuera el caso, se les comprueben faltas, delitos o traiciones —como ha ocurrido en las más conspicuas democracias— no hace de esos regímenes estados criminales. O narco Estados, como Estados Unidos ha clasificado al de Venezuela, tan cercano a algunos sectores del gobierno mexicano.

Pánico moral. La aplicación a México de ese apelativo es fruto de la combinación de la estridencia anti sistema de quien hoy domina el sistema y de su proyecto de despejar de riesgos electorales la consolidación de su poder. Para ello son los procesos de pánico moral, como los bautizó Stanley Cohen, contra personas o grupos erigidos en amenazas a los valores e intereses de la sociedad y a quienes atribuir los males de la nación, algunos de ellos generados o agravados en este gobierno.

Sosiego inmoral. Y allí están Calderón y su supuesto “narco estado” como “causantes” de las cerca de 60 mil muertes violentas ocurridas ya en este régimen. O los presidentes del “neoliberalismo” como provocadores del desplome económico originado en acciones y omisiones de hoy, antes y durante la pandemia. O los fabricantes de alimentos industriales como disparadores del descontrol de fallecimientos por el covid-19, no la pésima y engañosa gestión de esta crisis. O los pánicos morales denunciados ayer por Lozoya desde el sosiego inmoral proveído por sus nuevos “instrumentadores”. Cuidado. Bayonetas caladas.

Profesor de Derecho de la Información. UNAM

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