Otro presidente, otros empresarios. En uno de los renacimientos sexenales cargados de promesas del antiguo culto presidencialista, un insólito cuestionamiento empresarial al presidente López Mateos sacudía el consenso posrevolucionario: “¿Por cuál camino, señor presidente?”, inquirían, cautelosos, los líderes del capital. Era 1960 y el reclamo estaba regido por el temor –en plena guerra fría– a un “socialismo de Estado”. Según las cúpulas privadas, a ello conducía la expansión de las empresas paraestatales. El gobierno respondió que no, que así era nuestro régimen de economía mixta. Y el presidente les asestó al pasar un varazo discursivo sacado de la alforja nacionalista de la época, que pasó a coronar azoteas y marquesinas con tricolores anuncios espectaculares: “Un solo camino: México”. Fue un mensaje, por cierto, de doble propósito, pues también litigaba contra el clamor juvenil de entonces por la recién triunfante Revolución Cubana.

Inventario de bajas

Nada que ver con esta tórrida primavera de encierro de 2020 y su extendido clamor crítico al régimen, rebosando hoy de los medios y las redes. Ni tiene que ver con el litigio actual del gobierno y los empresarios, ahora que no falta el hundimiento diario de algún flanco de este prematuramente envejecido renacimiento sexenal. El lunes, con la desvalorización radical del petróleo, se dio el tiro de gracia al irreal sueño de reverdecer los laureles del nacionalismo petrolero. El martes fue el clavo de la declaración de la fase 3 en la cruz de la pandemia, cuyo final presiona el presidente por precipitar. Sólo que tiene casi 3 de 4 mexicanos en favor de ampliar la cuarentena y una proporción todavía mayor que conviene en que lo peor está por venir. E incluso el organismo económico internacional más próximo al régimen, la Cepal, avaló los pronósticos del desplome del crecimiento en niveles cercanos a menos 7 por ciento en este segundo año del sexenio, después de un primer año sin crecimiento.

No más preguntas

Sí. Nada que ver, tampoco, con los crecimientos positivos superiores a 7 y 8 por ciento que se registraron a partir de aquel 1960, el segundo año de gobierno de López Mateos y el primero de la llamada década del desarrollo estabilizador. En cambio, ni siquiera a partir de los actuales saldos de pavor parece dable esperar del presidente López Obrador respuestas adecuadas a la realidad económica: eso es a lo que se reduce finalmente el reclamo empresarial. Sólo nuevas dosis de descalificación reciben hoy los líderes del capital, más la fabricación de sospechas conspirativas por un oficialismo cavernario que inventa aprestos de golpe de Estado para victimizarse por el simple registro crítico de las barbaridades del gobierno. Se entiende, pues, que esta vez no les haga sentido a los empresarios preguntar, como hace 60 años, por cuál camino, porque está a la vista, inconmovible, definido por el poder autocrático, entre el cuestionamiento de tirios y troyanos.

Cambio de destinatario

En estas circunstancias se entiende también que la Coparmex haya cambiado de destinatario de su mensaje: del “Señor Presidente” de 1960, “A los trabajadores de México” en 2020, en busca de un camino de salvación de empreas y empleos excluidos de los proyectos presidenciales. Esa búsqueda entraña un entendimiento nacional, como el planteado por el Consejo Coordinador Empresarial. También han propuesto un pacto binacional, con agregados atendibles, otros foros sociales y académicos, como uno de particular riqueza multidisciplinaria: el Grupo Nuevo Curso de Desarrollo, desde la UNAM.

Naufragio

Sin las políticas y apoyos allí planteados, como lo advierte Citibanamex, la caída alcanzaría más del 10 por ciento del PIB: naufragio y devastación de la estructura productiva y de las fuentes de empleo.

Profesor en Derecho de la Información,
UNAM

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