Joker. Con el arribo a México de Guasón (Joker) llega también la discusión sobre efectos de los medios. Un debate “feroz”, “intenso”, “caliente”, según el NY Times, tiene lugar ya en Estados Unidos. La discusión se centra en el posible impacto de la película en la mente de potenciales francotiradores en escuelas, cines, supermercados y bares (como en Kansas, donde el fin de semana cayeron otros dos mexicanos). Y precisamente porque ya en Colorado otro francotirador, disfrazado de Joker, se paró a disparar a la gente en una sala de cine y mató a decenas. Allá temen la activación, en algunos, del chip criminal que lleva al personaje de Joaquin Phoenix a la apoteosis asesina: a celebrar la muerte y el caos vengadores de la miseria personal y la marginación social.

Siempre es polémico el tema de los efectos de los medios en las audiencias. En México se discute la liga entre las encuestas favorables y las mañaneras del presidente López Obrador: un espectáculo de gran audiencia que busca efectos positivos para su persona y su gestión (en ese orden). Y más allá de la alta aprobación lograda —claro, junto a la polarización que fractura a la sociedad— están por verse otros efectos en audiencias expuestas a la cotidiana trasmisión de la imagen de un presidente real, no de película. Y de un presidente, además, con mensajes recurrentes de deshonra a quienes piensan y actúan diferente, contra los derechos de los particulares, además de la maldición oficial a instituciones como el Amparo y la condena a periodistas y empresas informativas, deplorada el sábado por la Sociedad Interamericana de Prensa.

De vuelta con Guasón, a las audiencias de las mañaneras les resultarán familiares las propuestas de la controvertida película sobre causas de la violencia que, en la lectura de los críticos, se encaminan a legitimar las acciones criminales del personaje: víctima de asalto por muchachos pobres y de humillaciones por yupis abusivos (la riqueza como ofensa); despedido de un empleo precario; hostilizado por la televisión (representada por un arrogante y contemporizador Robert de Niro); asolado por la desigualdad, la corrupción, la burocracia: las malditas instituciones. Por esa vía, ironiza un crítico demoledor de la cinta, A.O. Scott, del NYT, resulta que el paso de Guasón a la maldad radical deviene una forma de rectitud.

De la vida real. En Estados Unidos, deudos de las víctimas de los francotiradores y otras voces críticas sostienen que divulgar imágenes de empatía de criminales violentos tiene la potencialidad de promover actos de violencia en la vida real. A ello Warner Bros responde que se trata de arte y entretenimiento, no de la vida real. La réplica puede o no convencer, pero en ningún caso cubriría al gobierno mexicano cuando funcionarios reales valoran sin arte la violencia política y el propio presidente minimiza en la vida real la violencia de los anarcos y legitima la ejercida por la CNTE.

En efecto, a los rasgos críticos atribuidos al liderazgo de López Obrador, el presidente agregó el trazo de un raro paternalismo al prevenir bonachonamente (de acusarlos con sus padres y abuelos) a guerreros urbanos que el 2 de octubre parecían formar parte de la secuencia final de Guasón. Los dichos del gobernante provocaron mofas en medios y redes, pero tras este empeño suyo en minimizar la violencia de los anarcos podría dibujarse algo parecido a la impunidad dispensada a viejos aliados, o a aquellos con quienes se mantiene una afinidad de origen contra fuerzas del orden, negocios de burgueses e instituciones del Estado a liquidar. Algo similar al aliento oficial a los bloqueos marca Guasón de la CNTE.

Espejos. Es el juego de espejos de la realidad, sus representaciones en los medios y las repercusiones de regreso de éstos en la realidad.


Profesor Derecho de la Información, UNAM

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