¿Asilo o rescate aliado? Varias ‘jugadas’ podrían estar tras la heterodoxa conducta del presidente López Obrador ante la crisis boliviana. Todo empezó con el apresuramiento con que AMLO se adelantó a calificar (con estrellita de excelencia) la nueva reelección de Evo Morales, antes y en contra de los bolivianos. Desde el podio de la Presidencia de México, López Obrador dictaminó el proceso electoral de Bolivia como libre y democrático. Después, se precipitó a felicitar al hasta entonces presidente Morales por su convocatoria a nuevas elecciones. Y no porque las anteriores fueran impresentables, sino para evitar, explicó el mexicano, derramamiento de sangre. Para qué mencionar —pensaría— las evidencias de fraude y la reacción ciudadana durante 20 días de incontenibles manifestaciones de protesta.

Luego fue la Cancillería mexicana la primera en calificar como golpe de Estado la renuncia de Evo, exigida por la muchedumbre en las calles y solicitada por la Policía junto con su negativa a reprimir protestas. Ni Evo hablaba de golpe militar, sino —reconocía— de golpe cívico, político, policial. Todo ello, para finalmente ofrecerle el asilo político al dimitente, antes de que éste lo solicitara.

Nada más ajeno a este espacio que cohonestar un golpe de Estado u oponerse al asilo a un perseguido. Pero pretender calificar y aprobar la elección en otro país, máxime entre evidencias de fraude, e identificar, sin más, como golpe militar la renuncia de un presidente acorralado por protestas ciudadanas contra la violación del sufragio, transgrede, si se es el presidente de otro país, principios constitucionales invocados por nuestro mismo gobierno para no cuestionar a la dictadura venezolana. De manera que, a la vista de la selectividad en la aplicación de los principios, el otorgamiento de asilo a Evo Morales parece más bien el rescate selectivo de un aliado en la alineación político ideológica. Con Venezuela en quiebra y la caída de Bolivia, el México de la 4T, con su presidente, más el regreso de Argentina, aparecen en el inventario bolivariano como llamados a reconstituir el frente populista latinoamericano.

Evo en México

La versión de políticos y funcionarios de la 4T sobre la perpetuación de Evo Morales en el poder, parecería remolcar los términos de la crisis boliviana al México de hoy y de mañana. Las voces del oficialismo mexicano les reprochan a los críticos del marrullero intento de prolongación de la presidencia de Morales, que nada digan contra los trece años de gobierno de la canciller Merkel de Alemania. Pero ella siempre fue reelecta, como se sabe, tras cada elección general por el Parlamento, de acuerdo a los escaños ganados por su partido y sus aliados, sin margen para aquellos ‘pequeños detalles’ bolivianos, como la inocultable manipulación del voto, la sumisión del Poder Judicial que le levantó a Evo la restricción para buscar otro periodo de gobierno, alegando que se trataba de un ‘derecho humano’, más el despojo de la autonomía a la autoridad electoral.

El problema es que la ignorancia que entraña este argumento no oculta intenciones de prolongación ilegal de periodos de gobierno, como el del gobernador Bonilla; de manipulación de los votos, como en la elección de la presidenta de la CNDH en el Senado, que tendrá que repetirse, como lo había pactado Evo para la suya, y de aprestos contra la autonomía del Poder Judicial y del Instituto Nacional Electoral, en la mira ya de la 4T. Evo ya está en México. Y no sólo físicamente.

Te lo digo Trump

Finalmente, la heterodoxa conducta de AMLO en esta crisis reflejaría también la búsqueda de márgenes así sean simbólicos de independencia frente al presidente estadounidense quizás más irrespetuoso de la historia. Pero esta apuesta dará mucho de qué hablar pronto.


Profesor Derecho de la Información, UNAM

Google News

TEMAS RELACIONADOS