Voto libre y voto del miedo. Se cerraron los números de las encuestas de intención de voto entre la oposición y el oficialismo. Ocurrió no obstante la ventaja oficialista de un adelanto del reparto de dinero a millones de electores y a pesar de la alevosa, persistente, reincidente propaganda inconstitucional del presidente. Junto a ello, se confirmaron en estos días dos derrotas del presidente, previas a las batallas cruciales de las numerosas y trascendentes elecciones del domingo. Son dos derrotas en otros tantos campos estratégicos para el futuro del régimen: el de la legitimidad interna, reprobado en el ejercicio del poder por buena parte de la inteligencia del país, y el de sus márgenes de gestión en la segunda mitad de su mandato constitucional, descalificado por algunas de las más influyentes voces de la esfera global.

La demoscopía apunta a que el Congreso no podrá regalarle al Ejecutivo más reformas a la carta constitucional; a que candidatos opositores al poder absoluto obtengan la mitad de las alcaldías de la capital, y a que conserven media docena de gobiernos de los estados. Y, respecto a las derrotas del régimen previas a esas batallas, está en primer lugar la derrota interna en la batalla intelectual, diagnosticada hace meses en estas páginas de EL UNIVERSAL por Roger Bartra, en la entrevista que le realizó Alida Piñón (), y confirmada el lunes en el ‘Manifiesto por la República, la democracia y las libertades’.

Suscrito por centenares de escritores, académicos y profesionales del derecho, la economía, la historia, las ciencias políticas y sociales, las humanidades, además de empresarios y periodistas, portadores, todos ellos, de funciones de liderazgo social, su llamado a cerrar filas con los candidatos con mayor probabilidad de vencer al partido oficial y sus apéndices parecería conectar con un electorado mayoritariamente urbano, libre, con un sentido estratégico del voto. A ese segmento se debe el regreso a la competitividad electoral, frente al voto masivo de la necesidad y del miedo sembrado por la propaganda oficial entre millones de votantes: el miedo a dejar de recibir el dinero público que les entrega el gobierno como si fuera regalo personal de López Obrador para que voten por sus candidatos.

Luces rojas de la esfera global. Y está la otra derrota previa a las batallas del domingo, la derrota externa del presidente en la esfera pública global: aquella en que las sociedades, los particulares que las conforman, disciernen y discuten sobre los asuntos públicos de las naciones del mundo, sus impactos en la prosperidad o las crisis planetarias, sus efectos en la estabilidad o los conflictos de un mundo en extremo interdependiente. Los vehículos de transmisión de esta esfera global son las redes digitales y los (pocos) medios considerados de naturaleza y alcance globales. Desde allá ha recibido México toda clase de señales de alerta en estos dos años y medio del actual régimen.

Allí están, accesibles, en sus archivos electrónicos para suscriptores, los materiales sobre nuestro país de The Financial Times, The New York Times, El País, The Wall Street Journal y The Washington Post. De ellos han surgido decenas de destellos preventivos sobre los efectos de las decisiones del presidente mexicano, hasta llegar el jueves pasado al reportaje central, al editorial y a la ya famosa, histórica portada de The Economist, el semanario global por excelencia. Líderes políticos, financieros, inversionistas, ambientalistas del mundo conocen ahora la actualidad de México fijada a por la revista y ahora modelan sus actitudes y decisiones respecto de nuestro país.

Entorno crítico. Ciertamente no influirá The Economist en las elecciones del domingo, lo único que le preocupa al presidente. Pero sí en el entorno crítico de fin de sexenio, que a todos preocupa.

Profesor de Derecho de la Información. UNAM