Focos rojos en la fiesta de la patria. Ni las potentes luces del Zócalo que todavía bosquejan los rostros patrios, ni las nuevas, resplandecientes funciones —escénicas, teatrales, musicales— conferidas ahora también a las fuerzas armadas para caricaturizar la mexicanidad y la historia nacional, ni los fuegos de artificio y sus humaredas, nada de eso ha podido ocultar los focos rojos encendidos en plenas fiestas patrias por los renovados aprestos represivos del régimen. La alerta del mes, ya alerta permanente, llama la atención sobre el cambio perceptible en la decisión oficial de llevar a la cárcel a un grupo de hombres y mujeres de ciencia. Y es que esto podría representar el tránsito de la guerra de aniquilación de reputaciones desatada en una primera etapa contra quienes no se alinean a planes y acciones del poder, a la activación contra ellos (académicos, comunicadores, opositores) en una nueva etapa, de la maquinaria de represión política del Estado para silenciar a unos, en celdas ejemplarizantes de Almoloya, y para silenciar a los demás por el miedo a correr la misma suerte.

¿Delincuencia organizada en congresos académicos? “Es tan escandaloso que parece inverosímil”, sintetizó la acreditada jurista del CIDE Ana Laura Magaloni el despropósito jurídico de las acusaciones de delincuencia organizada o de lavado de dinero contra académicos y servidores públicos de la solvencia de Enrique Cabrero, Julia Tagüeña y una treintena de investigadores en los campos de la ciencia y la tecnología. “Inconcebible”, cuestionó el rector de la UNAM, Enrique Graue. Los medios abundan en mórbidas pulsiones y pasiones personales de la denunciante, la directora del Conacyt, Álvarez Buylla, del fiscal Gertz y del presidente López Obrador, quien ilustró la maldad de los acusados con el cargo concluyente de su asistencia a congresos de sus especialidades y en su concurrencia a restaurantes y hoteles (de lujo o no) donde conviven los científicos asistentes a tales congresos.

De lo real inverosímil. Si no fuera por el derrotero trágico para el país, la ciencia y los derechos elementales, al que parece conducir esta escalada del régimen, ya se podrían ir recopilando los pormenores del episodio para escribir obras del género paródico, como las que realizó el cine sobre los países del socialismo real: el humor, la gracia irresistible de lo real inverosímil, a costa de la desgracia de quienes lo han vivido, o de lo inconcebible de situaciones y frases de ridiculez imprevisible, pero fieles a la realidad.

Aparátchiks. Por más que uno se resista a comparar el régimen con otros modelos autoritarios, sus exponentes se empecinan en poner al descubierto su genealogía. Enfrente están el optimismo y la esperanza de algunos de sus críticos, con base en la históricamente comprobada inviabilidad del proyecto en curso y la incompetencia presente de sus ‘aparátchiks’, como se llamaba a esos agentes del aparato del poder soviético que recibían puestos de responsabilidad por su adscripción ideológica, pero sin la formación exigida por el cargo. Generaron mayúsculos desastres.

Álvarez Buylla y Gatell. Fue el caso, por ejemplo, de la designación por Stalin, al frente de la Academia de Ciencias de la URSS, de un participante del movimiento de ‘científicos descalzos’, Trofim Lysenko, siempre dispuesto a validar ‘científicamente’, prejuicios, planes y decisiones del autócrata. Y si aquí está usted pensando en el subsecretario Gatell, tendrá que aportar evidencia científica. Pero Lysenko no sólo validó ‘científicamente’ la sanguinaria y ruinosa colectivización forzada del campesino ruso, sino que se ocupó de silenciar, encarcelar y delatar a todo científico remiso a las consignas ‘científicas’ del régimen. Y si usted piensa sólo en la doctora Buylla, mejor póngase a salvo.

Profesor de Derecho de la Información. UNAM.

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