Valores noticiosos. La inédita ola de protestas públicas contra el régimen —en más de 60 años de la era castrista— recibe tratamiento de asunto de política interna en México y Estados Unidos, cada uno, con posiciones encontradas. Así ha ocurrido antes. Interrumpido el deshielo iniciado por Obama en la relación con La Habana, el deterioro de las condiciones de vida cubana se impuso inesperadamente sobre las restricciones a las libertades políticas y a los derechos informativos. Así se hizo patente en los brotes de inconformidad acelerados por la pandemia y el inclemente desabasto de alimentos y medicinas. Los hechos tomaron por sorpresa a los gobiernos vecinos, así como a los medios internacionales de comunicación, que al principio tomaron imágenes y datos de los acosados mecanismos caseros de difusión en redes de grupos ciudadanos.

Insostenible resulta por tanto el sesgo conspirativo e intervencionista —y la descalificación como sospechosamente desproporcionada— que le dedicó el presidente López Obrador a la cobertura informativa de la isla por los medios ‘conservadores’, de aquí y de fuera. El problema de esa extravagante acusación está en que en este fin de semana cubano estuvieron presentes algunos de los principales valores informativos que los medos profesionales —no los partidistas ni los aparatos de propaganda— le asignan a hechos y dichos como condición para destacarlos como noticias: sorpresa, cercanía, cantidades de personas o bienes involucrados, trascendencia.

Ya no hay que abundar, como vimos, en lo sorpresivo de las protestas públicas en un entorno que las proscribe. Pero respecto de otros valores, para los medios de Estados Unidos, por ejemplo, la cercanía de Cuba no sólo es física (90 millas), sino humana y política, por la cantidad de migrantes que llegan a las costas estadunidenses y que se multiplican cuando se endurece la situación en Cuba. Además, esa cercanía deviene asunto de política interna cuando el activismo del poderoso caucus cubano americano presiona por mayor energía contra el régimen isleño.

Cuba en México. En México, con sus ataques a la cobertura de los medios de nuestro país en defensa del régimen cubano, ha sido el propio presidente mexicano el que ha convertido el tema cubano en asunto interno. Ello, además de la cercanía del lenguaje de los presidentes López Obrador y Díaz Canel atribuyendo a la manipulación de sus enemigos la protesta de padres por el desabasto de medicamentos para niños con cáncer y los votos de castigo, uno, y las protestas por falta de alimentos y vacunas, el otro.

Ildefonso y el monarca. Los cargos enderezados por la fiscalía contra Ildefonso Guajardo, electo diputado opositor y antes funcionario de fama pública de eficiencia y rectitud reconocidas en este trance de manera casi unánime, parecen casi tan frívolos como los cargos intentados —fallidamente— contra el íntegro consejero del INE, Ciro Murayama, ampliamente reconocido por la firmeza de sus señalamientos a las violaciones a la legislación electoral del presidente López Obrador y sus más impresentables secuaces. Pero todavía más inquietante resultó la inaudita solicitud del fiscal —desechada por el juez— para que éste evitara que el elegido representante popular regiomontano cumpliera el mandato de los electores de rendir protesta de ley y de acudir a ejercer sus funciones de contrapeso y fiscalización frente a la voluntad y los actos del soberano. Así lo hacían los monarcas, al mandar aprehender parlamentarios desafectos en los primeros tiempos del parlamento, antes de implantarse el fuero legislativo. ¿Intenciones, hoy, de a silenciar una voz y descontar un voto opuesto a la voluntad suprema, así como de amedrentar a otros legisladores para que entreguen su voto por temor a ser enjuiciados? ¿Justicia revolucionaria?

Profesor de Derecho de la Información, UNAM.