Sobrevivir

Con los maltratos a la ‘Caminata por la verdad, la justicia y la paz’ a cargo del presidente y sus seguidores, se acumulan nuevos miedos en la conversación nacional, cuando apenas concluye el mes 14 de los 70 que tendrá este sexenio. México no es Venezuela, pero lanzar grupos de choque oficialistas contra manifestantes inconformes se parece mucho al estilo de Maduro. Aquí los primeros miedos surgen de la indefensión percibida ante el crimen y, más tarde, de la incertidumbre respecto de la pervivencia de servicios de salud pública y de dotación de medicamentos. Son miedos elementales relacionados con la sobrevivencia física. Pero está también el decrecimiento de la economía mes con mes, de diciembre a diciembre del nuevo gobierno, con sus miedos asociados a la inactividad y al desempleo. Y súmele los miedos por los amagos a derechos y libertades de la llamada reforma de la justicia, y por los aprestos contra la autonomía del INE, asuntos de sobrevivencia de nuestro incipiente estado de derecho y de nuestra joven democracia.

En México se discurre ahora entre el miedo a perder la vida y el patrimonio frente a criminales, y el miedo a perder la vida y el patrimonio frente a enfermedades graves y costosas. Este es el caso de la insolvencia de los esposos Rupprecht Contreras para seguir curando a su niña de leucemia, reporteado y vuelto a reportear en estas páginas por Héctor de Mauleón para desmentir un agresivo y desinformado desmentido presidencial. Nos envuelven vivencias cercanas (todas lo son gracias a medios y redes) con historias interpelantes de víctimas de la violencia criminal y del descontrol en la salud pública. Y nos despiertan sentimientos de desprotección, ahora exacerbados por el surgimiento de nuevos pánicos epidemiológicos como el coronavirus, una amenaza extraordinaria con un gobierno que se percibe rebasado en situaciones ordinarias.

El virus de Wuhan, ya declarado de alto riesgo por la OMS, además de que echó abajo mercados y precios petroleros y mantiene en vilo la economía del planeta, se topa en Méxco con la política de negación de las calamidades que pueblan la conversación de la gente. No los científicos mexicanos, pero sí presidente habla de que México está a salvo del coronavirus, como de la violencia supuestamente en vías de control y de un abasto de medicamentos a toda prueba. Pero más preocupante resulta su agresividad cuando la realidad lo desdice. Así lo mostraron sus ofensas a los deudos de las víctimas que encabezaron la ‘Caminata…’; la alevosa remisión de la responsabilidad del desabasto a médicos y directivos de hospitales, y las refutaciones, más airadas mientras más infundadas, al periodismo profesional.

Degradar

Conforme se acerca el mes 15 del sexenio, se vuelve inocultable en la conversación cotidiana el miedo de numerosas familias a nuevos recortes de personal en el sector público —disfrazados de no renovación de contratos— para desplazar recursos a los programas clientelares. Y tampoco están garantizados los empleos en las empresas particulares, por la caída de la actividad económica producto del mal clima para la inversión por las decisiones presidenciales. Entre ellas sobresale la sepultura de millones de dólares del aeropuerto de Texcoco. Y si transcurrido ya, ahora, el 20 por ciento del periodo para el que fue electo, el presidente no corrige el curso de regreso en materia de energía, se estará asegurando la degradación de la calidad del crédito del país y con ello la sobrevivencia económica de los mexicanos.

De cepa

Y si no se detienen los amagos de la llamada reforma de la justicia, así como los aprestos contra la autonomía de la autoridad electoral, se estará franqueando la llegada de un coronavirus de cepa totalitaria que arrasaría con todo vestigio de derechos y libertades.


Profesor en Derecho de la Información, UNAM

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