Palabras mayores. Si las palabras del presidente significan lo que dicen, entonces hay que asumir sus mensajes, al menos, como propósitos, que además se jacta de cumplir frente a toda resistencia. El presidente expresa en público sentimientos y deseos para abrirles paso a sus decisiones. Palabras mayores, llamó Luis Spota, desde el título de un libro de los años 70, a las usadas por los presidentes para nombrar sucesor. Y, si el de hoy sostiene que el Ejército ha sido “el apoyo más importante que ha recibido el Gobierno”, y que ni el Poder Judicial, ni el INE ni el Tribunal Electoral han estado a la altura de las circunstancias, parece decidida su opción preferente para sustentar su régimen y sus designios. Desde luego, el actual jefe del estado mexicano no parece tener en mente para el país un sistema de separación de poderes, de frenos y contrapesos al poder absoluto, ni desea procesos electorales liberados, como en las décadas recientes, del control del Ejecutivo.

Purgas, no. Todo lo contrario, invocando corrupción y nepotismo, apremia al Poder Judicial a ‘limpiar’ el paisaje de jueces que amparan a particulares frente a leyes y actos inconstitucionales del régimen. Y amaga con depurar al pleno de la Corte de ministros del ‘antiguo régimen’. Y anuncia una iniciativa para deshacerse de los consejeros del Instituto Nacional Electoral y de los magistrados del Tribunal Electoral. Una “purga”, la llama con propiedad el titular de EL UNIVERSAL de ayer: reminiscencia inevitable de la práctica estalinista contra los que caían de la gracia del dictador. “Inviable”, completa la ‘cabeza’, por los argumentos recogidos en la nota, pero igual porque el México de este siglo dista de la URSS del siglo pasado.

Al estilo americano. Pero está también el mensaje escénico de un inopinado despliegue militar para anunciar una comandancia de las diversas armas del ejército, incluida la Guardia Nacional, esta vez por encima del Poder Legislativo y el Constituyente Permanente, donde todavía no se analiza esa adscripción, que requeriría una —por ahora, improbable— reforma a la Constitución. Por lo demás, el anuncio supone un esfuerzo de coordinación de mandos castrenses bien valorado por los especialistas. Un paso hacia un estado mayor conjunto, ahora sí que ‘al estilo americano’. No o al modo de los ‘sherifes’ del famoso corrido sonorense, sino de un rediseño del organigrama funcional, homologado, por ahora parcialmente, al de las fuerzas armadas de EU.

Viejos fantasmas. Hay que reconocer aquí una racionalidad operativa. Y, al mismo tiempo, una aceleración en sentido inverso al camino iniciado por los presidentes y generales Cárdenas y Ávila Camacho, de ir fragmentando en estancos el poder de los militares. Algunos estudiosos lo atribuyen al propósito de ahuyentar los fantasmas del golpe militar de Huerta y de los que infestaban el continente el siglo pasado. Y así se escindió la armada del ejército, juntos en la antigua secretaría de Guerra y Marina, para dejar separadas la de Defensa y la de Marina. A la Fuerza Aérea se le ubicó bajo mando directo del presidente, lo mismo que el Estado Mayor Presidencial, seguido por otro cuerpo separado, el de Guardias Presidenciales, igual que el Departamento Autónomo de la Industria Militar. Pero conjurados los viejos fantasmas, la nueva Comandancia del Ejército acelera en efecto el regreso a la reconcentración en la secretaría de la Defensa de las unidades militares escindidas, salvo la Armada, que permanece en la Secretaría de Marina.

Nuevos fantasmas. Pero el presidente López Obrador convoca nuevos fantasmas con su declaración de guerra contra el sistema electoral y con la erección del ejército como "el apoyo más importante” del gobierno. ¿Una opción preferente? Buena suerte.

Profesor de Derecho de la Información, UNAM.

Google News

TEMAS RELACIONADOS