Espiral de in credibilidad

El hábito de mentir exige contar con buena memoria y ésta pareció fallarle esta semana al presidente con peligrosa frecuencia. La desmemoria lo llevó a autodesmentirse en al menos tres temas, sin contar los innumerables vaivenes, ocultamientos y falsedades en la gestión de la crisis económico-sanitaria de su gobierno. Pero, además, sus autodesmentidos pusieron en duda —como suele ocurrir en estos casos— si la mentira ocurrió en la primera afirmación o al momento de pretender desmentirla. También abrieron, los autodesmentidos, la especulación sobre cuántas y cuáles de las cotidianas declaraciones presidenciales —además de las desmentidas frecuentemente por la realidad— serán asimismo autodesmentidas en poco tiempo.

Esto nos coloca ya en medio de una espiral de in credibilidad de un jefe de Estado y de gobierno al parecer dispuesto a todo con tal de dominar o destruir los órganos constitucionales autónomos creados en las pasadas tres décadas, precisamente como contrapeso del Ejecutuvo y como exigencias de la modernización política y económica del país. Acaso el autodesmentido más sonado —y de mayor trascendencia jurídica potencial— fue aquel por el que se desdijo de su versión inicial sobre la decisión de poner en libertad al apenas capturado Ovidio Guzmán, hijo del Chapo. El día de los hechos, apenas en octubre pasado, el presidente impuso la versión oficial de que la decsión la habría tomado el gabinete de Seguridad. El sólo la habría avalado.

El problema es que hizo partícipes de aquella versión a los miembros de tal gabinete, entre ellos, los secretarios de Defensa Marina. Y al secretario de Seguridad, quien la replicó como suya en el Senado, bajo protesta de decir verdad, antes de que el presidente la desmintiera para arrogarse él solo aquella polémica determinación. Ello, claro, entre reclamos sociales de aplicarle las sanciones previstas a quien permite escapar a un delincuente reclamado, además, por la justicia estadunidense. Más en la picaresca del arcaismo político resultó su ficticio desconocimiento de la existenccia de Conapred, a cuya directora nombró e invitó a sus mañaneras (otra vez, la maldita desmemoria) y luego injurió entre refutaciones de expertos y grupos sociales y ante el reconocimiento público acreditado hasta la semana pasada por esta Comisión Nacional de Prevención de la Discriminación.

Amnesia electorera

El buen manejo de archivos de la columna Bajo Rerserva de EL UNIVERSAL muestra otro ataque de amnesia de AMLO: el olvido de sus reconocimientos expresos de 1997 y 1998 a la limpieza de las elecciones organizadas por el IFE y que llevaron a su partido a los gobiernos del DF, Zacatecas, Tlaxcala y Baja Sur, ahora autodesmentidos por el dicho presidencial de que el INE, antes IFE, “nunca garantizó elecciones limpias”, incluyendo quizás las que lo llevaron a Palacio. Una de las dos afirmaciones es mentira, así se deba ésta a la pérdida de memoria o a su proyecto de someter o destruir el INE y suplantar sus funciones de vigilancia electoral —en violación de varios preceptos constitucionales— por un presidente que a la vez se erigió ya en beligerante jefe de campaña de los suyos para la crucial elección del año próximo. Y mientras caen su aprobación y las preferencias por su partido, el presidente parece dejar de lado sus responsabilidades de gobierno para concentrarse en controlar a los beneficiarios de sus repartos de dinero y en suplantar al INE y al Tribunal electoral, por lo que se ofrezca.

Moneda en el aire

Pero lo que se discernirá el 6 de junio es si sus clientelas y el abatimiento del INE le alcanzarán al presidente para conservar o acrecdentar su ya desmesurado poder, o si será contenido por la decepción y la inconformidad social creciente.

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