Hace apenas unos días, la administración de la Alcaldía Cuauhtémoc en el corazón de la CDMX se dio a la tarea de repintar los puestos ambulantes que pueblan las banquetas de su demarcación y colocar el slogan de la administración en curso encima del fondo blanco. El argumento detrás de esta decisión pública es el de rescatar el atractivo visual y adecuar la disciplina en las vías públicas. Curiosa selección de ideas para respaldar una decisión de política pública, comenzando por la dificilísima tarea de definir el atractivo visual urbano y la manera en que se deteriora o incrementa un elemento tan abstracto y subjetivo. Comparto aquí un par de ideas sobre el tema: la primera en términos de la estética de la CDMX y la creación a veces consciente, otras inadvertida y siempre colectiva de la identidad y la cultura urbana. La segunda relativa a la manera en que los problemas de una ciudad pueden estudiarse con el lente conceptual de políticas públicas.

Nuestra ciudad -y cualquier ciudad, para efectos prácticos- es una idea. Más bien, una maraña de ideas, anécdotas, historias y procesos sociales que son percibidos e interiorizados de manera muy distinta por quienes habitan la ciudad. Claro que el tránsito infernal es palpable, así como la mortífera calidad del aire. Y quién no siente el pecho inflamado mirando la fuente del Museo de Antropología , asombrándose del ajolote empedernido que milagrosamente no ha desaparecido de Xochimilco. Hay elementos muy concretos de la ciudad pero tantos otros que son abstracciones e ideas subjetivas. Todavía más, hay elementos de la identidad de una ciudad que no se eligen pero son parte esencial de su historia y su significado. Lo magnífico y lo terrible, lo absurdo y lo sublime construyen a esta ciudad. Las cosas que elegimos mostrar y las que nos avergüenzan profundamente son esa identidad y cultura que caminamos, deformamos y a veces procuramos atesorar.

Más de una vez he caminado por Reforma y me he detenido a dar indicaciones a visitantes. No precisamente de dónde está clavada la flecha de la Diana Cazadora . La pregunta más apremiante es dónde venden las mejores guajolotas y qué tan lejos queda la iglesia de San Judas (usted disculpe, San Hipólito). No elegimos todos los elementos de nuestra chilanguía pero eso no les quita un miligramo de su brillo. Hay una belleza particular y muy rara de las ciudades, porque han visto tantos días y han vivido más que cualquier tortuga. Incluso sus cicatrices bien hondas en el asfalto son parte de lo que hace a la CDMX el prodigio de ciudad que ha sido tanto tiempo. Así como las historietas pueden gustarte o no, son artefactos culturales importantes que nos definen. De modo similar, los rótulos han sido parte fundamental de la estética y memoria urbana de la capital del país, independientemente de si uno siente o no el llamado de unas tortas gigantes afuera del metro.

Suponer que hay una sola manera de mejorar el atractivo visual urbano y que lo estéticamente agradable está en el escritorio de una sola persona es, además de autoritario, equivocado. Aún más, no invertir ni siquiera el más mínimo tiempo en tener una conversación con quienes trabajan en esos puestos, quienes elaboran rótulos, quienes habitan esos vecindarios y quienes transitan por esas calles dista mucho del ideal de gobernanza democrática al que suponemos que los gobiernos locales, estatales y nacionales aspiran.

Pensemos ahora en términos de políticas públicas. Gobernar implica integrar en la agenda de prioridades unos temas por encima de otros. Elegir qué es más apremiante es, quizá, uno de los mayores desafíos de cualquier funcionario. Los recursos humanos, financieros y el tiempo son limitados, de modo que gobernar significa enfrentar primero ciertas situaciones y desatender otras, por muy robusto y organizado que sea un gobierno.

El país y la ciudad viven tiempos muy complejos, no solamente por la pandemia. Se trata de una de las demarcaciones con mayores índices de violencia y crimen. El Centro lleva tiempo deformándose como una caja de Pandora tenebrosa y muy compleja. Si bien es cierto que las alcaldías cuentan con direcciones o departamentos para ofrecer distintos servicios y atender distintos problemas a la vez, también es cierto que abrir frentes problemáticos en muchas dimensiones cuando hay otros frentes abiertos mucho más severos no suena a la mejor estrategia para lograr comunidades más habitables.

Incluso dentro del ámbito de los negocios callejeros hay una discusión más necesaria y anterior al debate sobre el atractivo visual de la ciudad. Buena parte del encono de los dueños de estos locales radica en que nadie los consultó ni ofreció mucha información antes de tapizar sus negocios con la frase de la administración en turno. Esta unidireccionalidad y falta de comunicación puede encontrar explicación sencilla en la vulnerabilidad que produce la inmensa informalidad de la economía mexicana. Los negocios callejeros no solo operan a merced del clima y el crimen, sino también de una red densa de colusión, permisividad e intercambios producto de su naturaleza informal. La discusión sobre las condiciones de trabajo y las oportunidades de quienes trabajan y consumen en la economía informal es harto más necesaria que la pregunta de qué tanto se empaña la belleza de la ciudad por los rótulos de estos negocios.

Finalmente, entendiendo el problema público como la contaminación visual de la ciudad, toda persona en el rol de tomadora de decisiones públicas podría entender que muchos elementos contribuyen a la mejora o deterioro de la identidad visual. Y así como hay elementos que nadie pidió y son parte de la identidad chilanga, los cientos de miles de pendones con frases trilladas, rostros repletos de filtros e invitaciones a votar son basura visual y sólida que permanece en nuestras calles incluso años después de cualquier contienda electoral. Se me ocurre que hay un consenso ligeramente mayor sobre qué tanto esta propaganda que nadie pidió desmerece la belleza de una ciudad que construimos y rotulamos todos.

P.D.

Anoto aquí mi gratitud tamaño súper torta gigante hacia esfuerzos como la Red Chilanga en Defensa del Arte y la Gráfica Popular (@Re.Chida ) y @PinturaFresca.mx , ambos esfuerzos ciudadanos por consolidar un archivo visual y emergente de la gráfica callejera de la CDMX.

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