En el ámbito de la administración y políticas públicas se suele hablar de la gobernanza de la vida pública. El término relativamente difuso pretende abarcar a todos los personajes, organizaciones e instituciones que interactúan bien sea en cómo se ha de gobernar una ciudad, una cuenca o la política de desarrollo social a nivel federal. Se trata de una visión que deja atrás la idea de que el Estado o El Gobierno son los únicos amasijos de organizaciones, funcionarios y políticas que le dan forma, regulan o dirigen algún aspecto del devenir público. Aunque esta idea admite que el gobierno no puede ni debería ser el único actor que gobierne un tema importante para todos, se entiende también que debe ser una pieza clave en este pilotaje colectivo del barco en el que vamos todos trepados. Porque cuando el gobierno y sus agencias rompen ese principio por cualquier motivo, no es que un tema se desgobierne, sino que alguien o algo más lo gobierna.

Disculparás el exabrupto poco aterrizado y hasta confuso del párrafo anterior, querida ciudad. La intención era tratar de ayudar a entender de qué modo, sin importar quién gobierne, leemos con desesperación y hasta resignados que la procuración de justicia se desbarata por imprecisiones, errores y faltas a protocolos y debido proceso.

Recientemente, el caso de una adolescente que presuntamente fue abusada sexualmente por policías de la capital en Azcapotzalco atrajo, con sobrada razón, la atención de la ciudad entera. Como sociedad, le conferimos al Estado el monopolio de la violencia. Es decir, los mexicanos hacemos un pacto bajo el cual ciertas organizaciones del Estado siguiendo ciertas reglas y protocolos y sólo en ciertos casos pueden hacer uso de la fuerza para preservar el orden y protegernos. Cuando nuestros derechos son vulnerados, le conferimos a ese Estado la capacidad de investigar, deslindar y fincar responsabilidades. Por eso es un monopolio, porque bajo ese pacto ninguno de nosotros debe hacer justicia por mano propia ni adjudicarse la tarea de investigar y fincar responsabilidades.

Hasta ahí, todo bien. Para este tema, nos gustan los monopolios, no la competencia. No queremos que nadie que no sean esas agencias a las cuales les conferimos esa tarea gobiernen la seguridad pública. Para tener certeza de que este monopolio hace lo que le pedimos que hiciera siempre, tenemos conceptos también abstractos pero harto importantes como Estado de Derecho y debido proceso. En términos llanos, quieren decir que las leyes que rigen nuestra vida aplican siempre y para todos de manera imparcial, y que cuando se investiga la presunta comisión de un delito se siguen procesos bien delimitados que aseguran que la investigación y lo que resulte de ella son neutrales y objetivas.

Cuando el Estado de Derecho brilla por su ausencia y no se sigue el debido proceso ocurre eso que nos llena de hartazgo e impotencia: la impartición de justicia no se desgobierna, sino que gobierna la incertidumbre. Cuando se filtran datos personales de la presunta víctima, cuando se falta al protocolo estipulado ante una presunta violación y se “pierde” la oportunidad de hacer análisis clínicos que determinen si, efectivamente, hay evidencia de abuso sexual, todo se desdibuja, tira para todos lados y el desconcierto acaba con cualquier intención de saber la verdad. Porque ante tales errores o imprecisiones la incertidumbre lo ocupa todo, y la espada de la justicia apunta para todas partes, con videos que desmienten la versión de la víctima, con policías cesados de funciones pero ni inocentes ni culpables, con medios de comunicación siguiendo morbosamente un asunto que debería escandalizarnos todavía más, con ciudadanas hartas de que, una vez más y por casualidad, ese actor público al que le conferimos el monopolio de la violencia se desvíe de lo que explícitamente le pedimos que hiciera en estos casos. Y en ese desconcierto donde todos nos señalamos unos a otros no hay justicia que salga a flote. Y aunque parezca que unos se salen con la suya, perdemos todos al sumirte, querida ciudad, en una oscuridad todavía más honda.

Twitter: @elpepesanchez

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