Dentro de las diversas crisis provocadas por la pandemia que estamos atravesando: sanitaria, económica, psicológica, una muy profunda y que es la que quizás tenga los efectos de más largo plazo es la educativa.

La pandemia que ha obligado a cerrar centros educativos en todo el planeta ha afectado a millones de estudiantes. En México los resultados de la Encuesta para la Medición del Impacto de la Covid-19, publicada en marzo pasado por el Inegi, revela que más de cinco millones de estudiantes no se inscribieron al ciclo escolar actual por la crisis desatada por la pandemia.

La pregunta es ¿cuántos de estos alumnos volverán más adelante a clases? La respuesta no parece ser muy promisoria. Esto va a suponer un impacto de gran dimensión en el futuro. Esta es quizás la parte más grave, alumnos que han salido y que no regresarán al sistema educativo.

Sin embargo, el problema completo no se limita a ello, sino que los alumnos con la educación online desde casa está suponiendo también un importante retroceso en distintas capacidades.

Aunque no existe todavía un diagnóstico claro de lo perdido a través del modelo online, se prevén retrocesos que nos presentan nuevos desafíos.

Los niños y jóvenes que regresarán a las aulas no son los que la dejaron a principios del año pasado. Han tenido distintos retrocesos:

i) Retrocesos en facultades cognitivas: La pantalla reduce la capacidad de aprendizaje, sumada a la pérdida de atención y la memoria episódica al no tener puntos de contraste a lo largo del día.

ii) Retrocesos en facultades de socialización: Se han aislado y perdido confianza para abrirse a los demás.

iii) Retrocesos emocionales: Hoy uno de cada dos estudiantes está pasando por procesos de ansiedad o depresión a nivel global.

iv) Retrocesos en inteligencia emocional: Han perdido capacidad para comprender sus propias emociones y las de los demás.

v) Retrocesos en las capacidades físicas: Por falta de ejercicio.

Estos retrocesos sin duda nos van a afectar, pero ¿de dónde veníamos? Veníamos los últimos años de procesos de revisión sobre el modelo educativo en todo el mundo. Durante el siglo XX el paradigma que primó fue el de entender la educación como transmisión de conocimientos, de información útil que permitiera a los estudiantes desempeñarse adecuadamente en la praxis laboral. Se trató de un enfoque utilitarista, que si bien impulsó la alfabetización y preparación práctica, dejó de lado aspectos formativos relevantes en el desarrollo como la capacidad de resolver problemas, desempeñarse bajo presión, las actitudes y los valores.

Al paso del tiempo, los resultados de la visión utilitarista se quedaron cortos: egresados con poca capacidad de resolver problemas, profesionistas técnicamente bien preparados pero sin habilidades de socialización o personas sin visión ética clara.

El regreso a las aulas pasada la crisis del confinamiento va a presentar dos retos al modelo educativo en todo el mundo:

El primero son los mecanismos para afrontar el ajuste que va a implicar el regreso presencial, desde el punto de vista personal y social. Propiciar el regreso de los que han abandonado las aulas y cerrar la brecha que ha implicado la desaceleración educativa. Deberíamos estar pensando ahora en la estrategia para conseguirlo. Este es quizás lo más urgente.

Y el segundo es aprovechar la crisis para replantear el modelo utilitarista, avanzar hacia uno integral, en el que además de los conocimientos se atienda la formación de habilidades, actitudes y cosmovisión. Las circunstancias actuales son ideales y este tema debería ser centro del debate actual.

Presidente de la Junta de Gobierno de la Universidad Panamericana-IPADE

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