La polarización tiene más un sentido cualitativo que cuantitativo, pues implica por un lado, que los polos ven las cosas muy distintas, casi al revés, por lo cual, de entrada resulta muy difícil un diálogo razonable. Lo que unos ven blanco los otros lo ven negro, y cada quien está convencido que está en lo correcto (y que los de enfrente están locos o ciegos). Y luego viene la parte emotiva; no se trata sólo de ver las cosas al revés; podría adoptarse una posición como ahora ocurre con las religiones (no totalmente); que cada quien crea lo que quiera, y listo. Se respetan sus dogmas incluso si se ven como fantasías. Pero como aquí lo que está en juego no sólo son las creencias personales sino políticas públicas que podrían beneficiar o perjudicar a la sociedad, según el caso, la controversia adquiere más sentido.

Ante la dificultad de ponerse de acuerdo en cómo es la realidad, sobreviene de inmediato la descalificación, y de ahí el insulto y luego la calumnia, acompañadas de varias emociones; enojo, resentimiento y hasta odio . Por ejemplo, en materia de democracia cada uno ve en el contrario su peor amenaza. Los obradoristas hablan todo el tiempo de un “golpe blando”, estrategias sucias para debilitar y eventualmente deshacerse del presidente . Yo lo que veo son medidas que en general prevalecen en las democracias; críticas de la prensa, opositores y disidentes al presidente, investigaciones sobre posibles ilegalidades, planes electorales, estrategias de coalición entre partidos, e incluso campañas negras. El dinero recibido por Estados Unidos a varias organizaciones cívicas, del que se queja AMLO, es legal, y también es recibido por personajes del régimen y por el propio gobierno. ¿Dónde está el golpe? ¿Hay pláticas secretas con el Ejército, que es fiel a AMLO, o con Estados Unidos para repetir el golpe de 1913? Así lo llegan a ver muchos, pero no hay nada de eso.

Los críticos de AMLO vemos también actitudes antidemocráticas en los obradoristas que ellos consideran como algo normal. Para empezar, AMLO ha dicho en más de una ocasión la famosa frase “O conmigo o contra mi” (que se le atribuye a Mussolini). Nada de matices, nada de medias tintas, quien se aleje en alguna medida de la visión del jefe, cae de inmediato en el lado contrario, siendo tildado de traidor o simulador. No ven adversarios, sino enemigos, y quien no apoya el proyecto es incluso un enemigo del pueblo y un traidor a la Patria, como literalmente lo han dicho. ¿Es esa una visión o lenguaje democráticos? Es lo contrario; no se legitima al interlocutor, no se dialoga con él, no se buscan puntos posibles de acuerdo. Son traidores a la patria que se la pasan planeando un golpe de Estado. Es la estrategia de la que se han servido los populistas históricamente, con buenos resultados inmediatos, pero que pueden terminar en desastres.

Por otro lado, muchos críticos de AMLO consideramos que desde 1990 hubo avances importantes en la democracia electoral; el IFE y el Tribunal Electoral (que fueron evolucionando), mayor equidad, más vigilancia, que dio paso a múltiples alternancias en los estados, la capital y después en la Presidencia. Y también el Congreso se ha convertido en un contrapeso cuando no está controlado por el partido gobernante. Y se han instalado numerosas instituciones autónomas para vigilar y denunciar al gobierno. Nada de ello es perfecto porque la democracia no es perfecta, pero se puede ir mejorando. Para los obradoristas todo ello fue una simulación de los conservadores, para fingir una democracia que no era. La democracia inició en 2018.

Para los críticos de AMLO, en cambio, la democracia imperfecta que tenemos está bajo acecho, porque tratándose la “4T ” una “revolución” (aunque pacífica), la democracia le estorba (como claramente lo dicen sin tapujos los documentos del Foro de Sao Paulo). La polarización se ha incrementado, según una encuesta reciente de El Financiero, y todo indica que seguirá profundizándose en lo que falta. A ver en qué paramos.

Analista.
@JACrespo1

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