López Obrador desde hace mucho ha criticado que los directores de las instituciones autónomas tengan alguna preferencia partidista, pues existe la tendencia de que tomen decisiones que favorezcan a ese partido.

No siempre ha sido así –pues muchos de esos directivos han mostrado imparcialidad en sus decisiones– pero sí en varios casos. Sin embargo, cuando le toca a escoger a Morena, AMO no tiene reparo alguno.

Ya en el gobierno AMLO designó para la Comisión Nacional de Derechos Humanos a Rosario Piedra, no sólo militante sino dirigente de Morena, algo que la ley prohíbe para su selección pero que a Morena le tuvo sin cuidado (qué raro).

Y lo mismo al elegir a ministros de la Suprema Corte (si bien ha dicho que en varios de esos nombramientos se equivocó, pues él espera lealtad ciega y algunos ministros por él propuestos no lo han sido totalmente).

Es decir, AMLO se queja de la fórmula de “cuotas y cuates” al nombrarse dichos cargos, pero no le molesta en absoluto cuando él o su partido lo hacen.

Pero además, AMLO quiere desechar la parte de “cuotas”, pues eso implica que los demás partidos tendrán una parte de esos cargos, y lo que él quiere es que su partido sea el único que ponga a esos directivos (cuates sí, cuotas no).

De ahí el sentido del llamado Plan C electoral (ante el fracaso del Plan A y las dificultades que ha encontrado el Plan B. Se trataba en primer lugar de que cinco de los siete miembros del Comité Técnico para filtrar a los aspirantes a ser consejero electoral dejando sólo a 20 (para sustituir cuatro vacantes, incluyendo la presidencia del INE) fueran afines a Morena. Así ocurrió.

La idea era que esos cinco afines a Morena utilizaran su mayoría para que, idealmente, los 20 finalistas fueran también morenistas, y así los cuatro designados necesariamente serían afines a ese partido. Nada de cuotas negociadas con la oposición.

Pero hasta donde ahora sabemos, las cosas no saldrán así; Maite Azuela, una de los dos miembros no morenistas del Comité Técnico, señaló a seis de los 20 finalistas como claramente afines a Morena.

Y de esos seis, cuatro mujeres fueron incorporadas a la quinteta de donde saldrá la presidenta del INE. También es probable un morenista en otra vacante. En las otras dos son más probables dos independientes (surgidos de las propias estructuras electorales, la federal o las estatales).

En tal caso, Morena difícilmente tendría el control del INE que buscaba, pues no contaría con la mayoría del Consejo General. Además, la presidenta podría tener un fuerte contrapeso en su propio ámbito administrativo; el Director Ejecutivo que ya sin el Plan B dispone de muchas prerrogativas, si bien dependerá de a quién elija el Consejo para ocupar esa vacante.

Pero otro punto importante en este proceso es cómo se elige a esos cuatro consejeros. ¿Por negociación con los demás partidos, para lograr la mayoría calificada, o por insaculación, en caso de no lograrse dicha mayoría?

A la oposición le convendría no negociar, pues por sorteo lo más probable es que la presidencia sea para Morena, y en otra quinteta, pero no en las dos vacantes restantes. Y de avalar a una presidenta cercana a Morena, le sería después difícil cuestionarla si pretende tomar acciones a favor de ese partido.

Dado que el Comité Técnico decidió darle al partido oficial la presidencia del Instituto (salvo Maite Azuela), la oposición en conjunto debiera negar su voto, pues ni siquiera hubo un intento de acordar nada (pues AMLO ve eso como “enjuague”).

El Plan C difícilmente saldrá como lo hubiera deseado AMLO. Es una victoria bastante limitada, pues no podrán controlar al INE como lo hubieran deseado. Pese a lo cual, no deja de ser un golpe pues tendremos una presidencia del Instituto sin consenso (como no lo hubo en 2006).

Analista

@JACrespo1

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