La idea de que en los comicios de 2024 habrá tensiones, dificultades e irregularidades cobró fuerza a raíz de las no muy transparentes elecciones internas de Morena si bien ese partido, desde las consultas populares (las formales e informales) y la Revocación de mandato, ya había dado muestras suficientes de que está dispuesto a pasar por alto el marco normativo. Reprochan leyes que los obradoristas mismos impulsaron a partir de 2006 para elevar la vigilancia y emparejar el piso, pero ahora, desde el poder, les estorba y por tanto se las brincan. De tal manera que muchos pensamos que, en efecto, Morena incurrirá en lo que legal o ilegalmente sea posible para garantizar su triunfo en 2024. Desde luego los presidentes salientes suelen intentar que su partido gane, e incluso si pueden meter mano negra lo hacen (Zedillo parece ser la excepción, pues un triunfo forzado del PRI hubiera desatado una nueva crisis política y económica). Pero no a todos les preocupa demasiado si su partido pierde y se da la alternancia. A López Obrador sí.

En 2024 se juega buena parte de lo que AMLO aprecia por encima de todo: su imagen, y la pretensión que su ‘épica histórica’ se arraigue en la mente de los mexicanos y en los libros de texto. De perder Morena, quedaría más que claro que su proyecto habría sido una farsa, que fracasó, que fue una bonita fantasía que estrelló con la realidad. Y aunque muchos piensan eso mismo, aunque gane Morena , él podría presumir que el pueblo sigue con él, que su empeño ha cimentado e irá dando frutos (así no sea tan rápido como prometió). Lo que suceda después ya no será su responsabilidad directa.

Por otro lado, es probable que vea también el triunfo de su partido como un escudo protector, pues de lo contrario quedaría expuesto a ser llamado a cuentas por varios posibles ilícitos. Hasta ahora han prevalecido los pactos de impunidad entre los presidentes salientes y entrantes, incluso después de la primera alternancia. Y desde luego él mismo le ofreció públicamente ese pacto a Peña Nieto desde 2016, que todo indica que el mexiquense aceptó. De ahí el respeto que dice tenerle AMLO a Peña, pese a su persecución hasta ahora mediática. Pero ahora se ve difícil que pudiera haber otro pacto semejante entre AMLO y el candidato opositor, quien quiera que sea. El ambiente está excesivamente polarizado y va a empeorar. De ahí el imperativo para AMLO de que gane Morena. Hará pues lo que haga falta para no perder.

Por ello también cabe esperar un embate al INE y al Tribunal. La reforma constitucional no pasará, pero sí se le puede asfixiar al INE en el presupuesto, como ya se hizo con el IECM en la capital. También, con el cambio de cuatro consejeros incluyendo al consejero presidente, intentará Morena colocar a los suyos, al menos en la presidencia. Pero tiene Morena también un recurso que ya le funcionó; cambiar la ley electoral secundaria, poniendo aquellos puntos que le beneficiarían en la contienda de 2024, y ante la segura impugnación de la oposición por una eventual inconstitucionalidad, los cuatro (de 11) ministros obradoristas en la Suprema Corte podrían darle validez, como ya ocurrió con la reforma eléctrica. Así anunció ya también AMLO que lo hará con la ley de la Guardia Nacional, sabedor que cuenta con sus cuatro ministros incondicionales (incluyendo a Arturo Zaldívar ) en la Corte.

Y desde luego, en el caso de que pese a todo la oposición logre unificarse y organizarse, y a raíz de ello logre el triunfo, AMLO gritará fraude y hará quién sabe qué desde la presidencia (al estilo de Trump) para evitar ese desenlace. No será pues la elección de 2024 tan transparente, democrática y tersa como lo fue (en general) la de 2018 (si bien se utilizó a la PGR contra Ricardo Anaya, facilitando así involuntariamente el avance de López Obrador).

Analista. @JACrespo