A medida que las campañas electorales avanzan, resulta fundamental dirigir nuestra mirada hacia el escenario postelectoral. Quien resulte electa presidenta, sea Claudia Sheinbaum o Xóchitl Gálvez, deberá enfrentarse a la 'herencia maldita' de Andrés Manuel López Obrador. El estilo de gobernar del presidente, una mezcla de improvisación y ocurrencias con decisiones basadas en dogmas y añoranzas del pasado, dejará un panorama sombrío para el próximo gobierno.

Las esperanzas de crecimiento económico y prosperidad están mermadas, con previsiones de crecimiento reducidas al 2.5% para 2024 y 2.4% para 2025, lejos del 4% anual prometido. Aunque ha habido un aumento en la recaudación y en los ingresos del Gobierno Federal en 2023, estamos ante el peor ejercicio del gasto público de los últimos cuatro sexenios. Los beneficios fiscales otorgados a Pemex han lastimado el presupuesto de áreas críticas como salud y seguridad. La próxima mandataria enfrentará el dilema de gestionar un déficit fiscal creciente.

El intento de rescate de Pemex y la búsqueda de la mal llamada 'soberanía energética' se han traducido en una inyección de 90,000 millones de dólares en una empresa con problemas crónicos, sin lograr revitalizarla. Las refinerías operan a medio rendimiento, la producción de petróleo y gasolina disminuye, y una deuda de 106,000 millones de dólares pesa sobre nuestra economía.

Se eliminó el Seguro Popular y se sustituyó por el fracasado INSABI. Ahora tenemos algo llamado IMSS-Bienestar, que no funciona eficientemente. Hoy, más de 50 millones de mexicanos están sin cobertura médica. Vivimos un drama de desabasto de medicamentos, hay 6 millones de niños sin vacunación completa, 15 millones de recetas no surtidas y 800,000 muertes en exceso causadas por la pandemia. Hemos perdido cuatro años de esperanza de vida.

Qué decir de la inseguridad: vivimos el sexenio más violento de la historia, con más de 180,000 homicidios dolosos, casi 50,000 personas desaparecidas y delitos como la extorsión, que están totalmente desbordados.

A lo anterior habría que sumar la clara influencia del narcotráfico en la política, la crisis hídrica, la militarización de al menos 48 tareas civiles y el nulo combate a la corrupción y a la impunidad.

La 'herencia maldita', también implica el reto de atajar los efectos del plan de infraestructura pésimamente planeado de este sexenio, que se limitó a tres proyectos: el Aeropuerto de Santa Lucía, el Tren Maya y la Refinería de Dos Bocas. Estas obras fueron ejecutadas el la opacidad, con sobreprecio y sin rentabilidad social.

Por si fuera poco, también se hereda el trazo de un camino hacia la regresión autoritaria y la destrucción institucional. Se ha intentado socavar la división de poderes, los contrapesos, los órganos constitucionales autónomos y, en general, la pluralidad democrática.

La próxima presidenta deberá sortear esa 'herencia maldita' y encabezar un gobierno que mire hacia el futuro con políticas que fomenten la libertad, la iniciativa empresarial y un crecimiento sostenible.

Los ciudadanos se enfrentan a una decisión crítica. Podemos seguir por un camino de promesas incumplidas, estancamiento económico y amenazas a la democracia, o elegir un nuevo rumbo que recupere el tiempo perdido, vele por el desarrollo del país y resguarde los derechos y libertades de cada mexicano.

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