A Don Alfonso García
Robles, gran mexicano,
Premio Nobel de la Paz.

Al aproximarse el final de este año el panorama mundial es aterrador: conflictos internacionales y nacionales, delincuencia organizada, monopolios tecnológicos, fanatismo religiosos y políticos, desempleo creciente, destrucción del medio ambiente, mediocridad de liderazgos, instituciones anacrónicas, desorden ético y moral, movimientos migratorios incontrolables, catástrofes naturales, desprecio al estado de derecho, gastos en armamento por 1.9 billones de dólares (SIPRI), 1300 millones de seres humanos en pobreza extrema con hambre y sed de justicia, aumento de fuerzas atómicas.

Aunado a la situación anterior, aparece un enemigo invisible, (COVID-19) poniendo de rodillas a grandes potencias y países en desarrollo con daños colosales a la economía internacional y a la humanidad entera, que ningún país por sí solo puede resolver.

Virtud a lo anterior me permito recordar un acto que mucho me enorgullece, haber participado en mi primera juventud en los trabajos para la puesta en marcha de un Nuevo Orden Económico Internacional.

A principios de 1974 la VI Asamblea de la ONU, propuso un programa para un “Nuevo Orden Económico Internacional (NOEI)”. Respondiendo de esta manera a las justas demandas de países pobres y marginados, de un sistema económico que los trataba como súbditos, o limosneros. A estos países, se les llamó del “tercer mundo” o bien en “vías de desarrollo”, muchos de ellos estaban en desesperación y en vías de morirse de hambre, ya no querían migajas de un sistema económico injusto.

La propuesta anterior reforzaba el programa de “ayuda al desarrollo” (1962).  En el CEESTEM opinamos que “ayuda al desarrollo” lo necesitan los inválidos y los países pobres poseían enormes riquezas naturales como: petróleo, gas, agua, bosques, que requerían las potencias industrializadas.

La demanda era “un orden económico justo y equitativo”, que lograra abandonar la marginación y miseria a países que habían sido colonias, los cuales ni siquiera existían como estados soberanos en ese tiempo y eran víctimas del pillaje, el abuso y saqueo de sus recursos naturales.

Las tesis del “estado y el desarrollo” (CEPAL-Raúl Prebisch) las retomó en aquel entonces el Estado Mexicano, levantó la bandera internacional para descolonizar a los esclavos del subdesarrollo, que se les cambiaban sus recursos naturales por espejitos.

Lo anterior sería la base para el impulso y puesta en marcha también de la “Carta de Derechos y Deberes Económicos de los Estados”. Carta de la paz, la cual incomodó a las potencias de la época. Este documento representó la última llamada, un nuevo pacto, con un decálogo para incorporar a países marginados entre los cuales se encontraba China que hoy sorprende al mundo con su asombrosa modernidad.

Las demandas de la “Carta” fueron: Exportación de países en vías de desarrollo con precios justos, programa de países industrializados a los países marginados, disminución de la carga de la deuda externa, reducción de aranceles, transferencia de tecnología, soberanía de los estados sobre su mar patrimonial (Zona Económica Exclusiva).

Hace 46 años, después de un largo proceso, la Asamblea General aprobó la histórica resolución 3281 (12/diciembre/1974), por abrumadora mayoría, 120 votos a favor, 6 en contra y 10 abstenciones. “La Carta” sigue vigente.

A grandes problemas, grandes soluciones. Ha sonado la hora de revisar y reformar a la Organización de las Naciones Unidas, al sistema internacional con un Nuevo Orden Económico, más justo, democrático y equitativo.

Director del CEESTEM.

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