Muy lamentable fue el deceso de mi querido jefe y amigo Luis Echeverría Álvarez, a quien por convicción lo serví con honor como un simple soldado de la República los últimos 50 años de mi vida y si volviera a nacer volvería a servirle. ¡Así de fácil así de sencillo!

Estoy frente a un féretro en una funeraria, que contiene los restos mortales de un gran hombre, aproveche la ocasión para pronunciar en silencio una oda respetuosa en su memoria.

De acuerdo con el humanista Erasmo de Rotterdam existen tres tipos de nacimiento, el primero es la fecundación de un óvulo por un espermatozoide. El segundo es el alumbramiento: la salida del útero materno al oxígeno exterior y el tercero es el desprendimiento del alma de un cuerpo al éter es decir a la eter-nidad. De acuerdo a esta tesis este hombre no ha muerto la verdadera muerte es el olvido, quedan los testigos insobornables de la historia, que es el legado inmenso en bien de una nación.

Todos conocimos a este hombre singular e irrepetible, fui testigo de su pasión creadora, no requiere plañideras para que lloren ante su féretro, en silencio murmure aquí no ha muerto nadie contemplo los restos mortales de una caja insepulta es momento para pronunciar mentalmente algunas frases contra la muerte, esa vieja desdentada con trenzas de ceniza, traicionera escondida en el manto negro de la noche. ¿Y si los muertos fuesen vivos? ¿O los vivos fuesen los muertos? ¿De qué lado del puente habita el hombre?, estamos en la rivera de los sueños, la guadaña está presente, habitamos en un puente entre los muertos y los vivos, (León Felipe).

De repente se escucha una voz fuerte de un centinela:

Alto ahí ¿quién vive?

Yo, Luis Echeverria Álvarez, aquí no ha muerto nadie, les dejo mis obras y mi pasión creadora.

Haber colaborado con este hombre fue para mí una experiencia singular, privilegio que jamás imaginé que esta relación de amistad y de trabajo influiría poderosamente en mi vida personal y profesional, con fe plena en el trabajo fecundo y creador.

Mi relación con Luis Echeverría Álvarez fue de respeto y amistad, hombre sencillo, pero no ingenuo, leía todo, dormía rápido, madrugaba, siempre estaba en busca del tiempo perdido y jamás alcanzó al tiempo, un día el tiempo lo alcanzó a él (8 de julio de 2022 a las 21:57 hrs. ahí terminó su periplo). Admirador de “El Emilio o de la educación”, de Jean Jacques Rousseau, Juan Luis Vives, del gran poeta Bardo Peregrino, León Felipe, José Gaos y toda una pléyade del humanismo americano que mucho me ayudó a comprender el mundo indígena, del cual apenas arañamos la superficie.

Sus diálogos fueron un deleite a los sentidos, “como una lágrima en la mejilla del tiempo”, me transportaba a un diálogo de las civilizaciones mexicanas, griegas, españolas y el mundo prehispánico muchas veces negado. Al estilo de Ramon Lopez Velarde, nos dibujaba una “patria castellana y morisca rayada de azteca”.

Hasta pronto querido jefe y amigo, soñador incansable, quijote de la historia, la justicia y la democracia, Prometeo de la modernidad, en sus venas corría sangre de un gran amor a su patria, que lo llevaría a consolidar grandes obras inspiradas en un profundo amor a su dulcinea del toboso, perdón, quise decir AMOR A MÉXICO.

Internacionalista

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