Honrar honra. “Las fiestas patrióticas son necesarias y útiles. Los pueblos tienen necesidad de amar algo grande, festejar algo sensible, su conciencia y creencias fundamentales, que no son otras que las de la propia tierra”. (José Martí en México).

Conmemorar la promulgación de la Constitución de 1917, el 5 de febrero, es oportunidad para refrendar los compromisos sociales y políticos para orientar a la nación por caminos democráticos en estos tiempos líquidos y gaseosos que soplan vientos de cambio, en medio de resistencias, de concordia, justicia y unidad nacional.

El presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador, en Querétaro, lugar histórico donde aún resuenan los cañonazos de la victoria de las armas de la República sobre el imperio, afirmó que las reformas impulsadas por su régimen atienden la necesidad de cambio de rumbo. A este evento asistieron los tres poderes de la unión, la mayoría de los gobernadores y representantes de los partidos políticos. Ahí se destacó el legado nacionalista y visionario de don Venustiano Carranza por establecer en la carta magna (artículo 27) que el petróleo es propiedad de la nación.

La Constitución proclamada hace 103 años es columna de hierro para la posteridad. Recogió los “sentimientos de la nación” y anhelos de la lucha armada, estableciendo un pacto social, una patria nueva, con una carta suprema forjada como el acero en el fragor de la lucha del pueblo mexicano. Consolidó una nueva nación. En este documento se elevaron por primera vez los derechos sociales a rango constitucional. Los artículos 27 y 123 reivindican derechos de obreros y peones acasillados, expoliados por un sistema de haciendas que llevaban la marca del látigo en sus espaldas.

Don Venustiano Carranza cabalga de nuevo por haberse inspirado en el futuro y el diseño de una nueva Constitución. El país, ya no deseaba ser súbdito de dictaduras ni dictablandas. Deseaba un sistema democrático en el cual el pueblo es el soberano. No se quedó en simple reforma al texto de 1857. El constituyente de 1917 proclamó en el nuevo texto constitucional legados de los “derechos del hombre y el ciudadano”, la organización del Estado, la construcción de una sociedad integrada por individuos libres y regida por el derecho.

Don Luis Cabrera decía: “La revolución es la revolución”, al referirse a los patriotas sensibles en la difícil hora mexicana, en donde más de un millón de campesinos dejaron el arado y el surco para contribuir con su sangre generosa y hacer realidad la justicia y la libertad plasmada en una norma suprema: la nueva Constitución.

No debemos olvidar a muchos mexicanos que aportaron ideas, como Luis Cabrera, Heriberto Jara, Manuel Cepeda Medrano, Félix F. Palavicini, Esteban Vaca Calderón, Cándido Aguilar, Juan de Dios Bojórquez, Rafael Martínez de Escobar, Luis Espinosa, Froylán Manjarrez, Pastor Rouaix Méndez, diputado poblano a quien se le atribuye, al lado de otros, las mejores ideas para la redacción de los artículos 27 y 123.

El término soberanía plasmado en el documento, recogió principios como Los Sentimientos de la Nación, de Morelos, también principios del decreto constitucional de la América mexicana, la Constitución de Apatzingán de 1814, de la Constitución de 1824, que construyó un Estado federal, la Constitución de 1857 de carácter liberal.

Defender la Constitución es un deber cívico de todos los mexicanos, lo primero es conocerla, para así exigir a nuestros gobernantes los derechos y cumplir obligaciones fundamentales para una convivencia armónica como ciudadanos libres, soberanos, subordinados al imperio de las leyes emanadas de este y a los gobiernos legalmente constituidos.

Centro de Estudios Económicos y
Sociales de Tercer Mundo

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