In memoriam a Benito Juárez,
Sol de dignidad.

Martí no fue hombre de elogios o frasecitas melosas. Era enérgico y contundente en la defensa de la legalidad. No dejaba duda de su simpatía por Lerdo de Tejada a quien conoció en una velada del Colegio de Abogados, defensor de las leyes de reforma, afirmó: “La oposición no ataca, roe, finge lo que no existe. No tiene inteligencia para censurar, no sabe que no ve ni entiende lo que no quiere ver. Es una oposición iracunda, desairada e infructífera”.

Durante las veladas filosóficas sobre “la existencia del espíritu y la manera que vive el ser humano”, debate al lado del brillante Diputado Don Gustavo Baz. Martí toma la palabra y afirma: “vengo a esta discusión, con espíritu de conciliación”, norma de todos los actos de mi vida, estoy entre el materialismo, que es la exageración de la materia y el espiritualismo que es la exageración del espíritu.

Los periódicos preguntaban “¿Quién es José Martí?, tiene una voz clara y simpática, no es filósofo, ha caído aprisionado entre los anillos indestructibles de la lógica, la palabra de este joven seduce   y encanta; enajena y se hace aplaudir de todos. Justo Sierra afirmaba: tiene una arrebatadora elocuencia, la palabra del poeta cede a la palabra del filósofo, anticipando: “este joven será terrible en la plaza pública, a la hora de una conmoción popular; podrá arrancar lágrimas y hacer llorar hasta los muertos, será el orador favorito de las mujeres, de los niños, de los que creen y de los que no creen. José María Vigil afirmó “Martí causa un profundo entusiasmo en las reuniones”.

Su amigo Juan de Dios Peza afirmó: “la prosa y el verso de este hombre, lo hace precursor del modernismo, romanticismo y heroísmo”. Le hace ganar prestigio y autoridad como un Virgilio de la Eneida que modula el cantar de gesta y de gloria como el tenor que imita la modulación del bajo. Lo mismo cantaba al Dios Marte con furor, que a la Diosa Afrodita con amor, a Themis Diosa de la Justicia y a Kratos Dios del Poder.

Conoció entonces a una hermosísima mujer de cabellos trenzados y magnífica frente: Rosario de la Peña, cuya inteligencia y corazón valían más que su hermosura, los poetas la amaban con delirio hasta la locura, los embrujaba, entre los cautivados estuvo el poeta Manuel Acuña, a quien lo vuelve loco de remate por su amor, dedicándole su poema “nocturno a Rosario” después del cual se suicida. Mujer voluptuosa, llena de encantos siempre rodeada de pretendientes, entre ellos Don Ignacio Ramírez, quien soñaba en una noche de verano con su amor y el embeleso de Rosario. En una velada José Martí flechado por cupido le declara su amor y le pregunta ¿Rosario cuando podré verte a solas?, a lo que le responde: nunca.  Paseaba con Martí por el Bosque de Chapultepec. Tal vez los frondosos y milenarios ahuehuetes del Bosque fueron testigos insobornables de lo que el cielo fue testigo. Jamás sabremos qué pasó, tal vez corrió con mejor suerte que Manuel Acuña. Rosario lo fascinó con el canto de las sirenas como la bruja circe del poema homérico.

Su estancia en México fue enriquecedora cuyas ideas lo conducirían como un Ulises criollo a embarcarse en una aventura troyana, organizando la conspiración revolucionaria hasta ver a su patria libre del yugo español, logrando la redención consolida el valor más preciado de su patria: la libertad. Había sonado la chispa de la Revolución en Cuba aquella noche del 24 de agosto de 1879. Comienza la “guerra chiquita” encabezada por personajes de gran patriotismo en la sierra maestra.

Al abandonar México siempre recordaría a sus amigos, maestros de América: Ignacio Ramírez, Ignacio Manuel Altamirano, Justo Sierra Méndez, Juan de Dios Peza, Guillermo Prieto y Pedro Santacilia, liberales que moldearon nuestra nación para un futuro digno y soberano (Segunda parte y última).

Centro de Estudios Económicos y
Sociales del Tercer Mundo

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