Me entero por diversos medios del muy lamentable suicidio de una alumna del ITAM, que estudiaba dos carreras al mismo tiempo. Al parecer la presión académica de la que era objeto, la llevó a tomar una decisión fatal, que ha generado una gran consternación y molestia dentro de su comunidad estudiantil, pero creo que también, debe de generar una gran reflexión de lo que posiblemente estemos haciendo mal los profesores que tenemos como primer objetivo, educar a nuevas generaciones de futuros profesionistas, para que tengan las herramientas y conocimientos necesarios, que les habrá de permitir sortear de la mejor manera posible, los retos propios de la vida laboral.
La idea es formar a futuros ciudadanos libres de todo dogma, fanatismo y prejuicio, para que, por medio del pensamiento crítico, racional y riguroso, sean eventualmente, agentes de cambio que resuelven los problemas presentes en sus entornos de vida profesional, sean de la esfera pública o privada. En toda universidad de prestigio, este es el trabajo que nos corresponde a los docentes. Transmitir conocimiento con un fin.
Estoy convencido que, en su gran mayoría, los que nos dedicamos a la docencia como forma de vida, lo hacemos por vocación y con pasión. Con el compromiso y la responsabilidad de intentar incidir positivamente en los alumnos. Cada profesor tiene su propio estilo y en el derecho que nos da la libertad de cátedra, ofrecemos las lecturas y lecciones que consideramos más apropiadas, así como la forma de evaluar los conocimientos adquiridos.
Así funciona el sistema y salvo prueba en contrario, ha dado buenos resultados en lo general, pero debemos prender las alarmas, cuando hay expresiones que nos indican que algo no está funcionando del todo bien, cuando las quejas estudiantiles refieren casos de bullying académico, de formas de exhibir y humillar públicamente a los alumnos que nada tiene que ver con los procesos de enseñanza-aprendizaje, indispensables para que aprendan a pensar y no únicamente a memorizar por temor a decir algo contrario a lo que piensa y dice un profesor.
En efecto, educar es la primera obligación que tenemos, pero debemos de preguntarnos de qué manera lo estamos haciendo y sí lo estamos haciendo bien. Toda universidad seria, tiene evaluaciones semestrales de sus docentes, que les permite conocer de los propios alumnos, el desempeño del profesor durante el curso. De esta manera hay un control e indicador, que permite ubicar las habilidades pedagógicas para transmitir conocimientos, la puntualidad en clase, el manejo de los temas del curso y muy valioso, las críticas y quejas que retratan un comportamiento apto o no, para la docencia. Claramente el hecho de tener altos grados académicos, no quiere decir que en automático se saben comunicar los conocimientos adquiridos, son dos cosas diferentes.
Supongo que un patrón reiterado, consistente y sistemático, debe prender focos rojos en cualquier institución educativa que evalúa el desempeño docente. Creo que es aquí en donde se puede iniciar preventivamente, la depuración de aquellos docentes que no están haciendo bien las cosas en el salón de clase. Claro está que un diseño institucional que considere una defensoría de los derechos universitarios, es aún mejor, dado que hay una instancia autónoma e imparcial, a la que se puede recurrir en cualquier momento, para dar a conocer todo tipo de actos contrarios al respeto que se merecen alumnos y profesores. En la UNAM ha funcionado muy bien y ha logrado resolver muchos asuntos de manera transparente, equitativa y expedita.
Derechos universitarios que también deben considerar un sano equilibrio entre alta exigencia académica con apoyo institucional en la salud mental de los alumnos.
Lo que nadie debe perder de vista es que la excelencia académica, requiere obligadamente de trabajo duro, muy duro y comprometido de profesores y en especial de los alumnos. En esto las cosas no han cambiado mucho desde que se crearon con Platón, las primeras instituciones educativas occidentales.
Profesor con licencia por la UNAM.
@Jorge_IslasLo
