Hace poco retumbaron en mi cabeza las declaraciones del piloto inglés , afirmando que lo llena de orgullo ser “el primer campeón de la clase trabajadora”, que puso sobre la mesa un debate estéril que no abona en nada a favor de su deporte.

Apenas semanas antes, Hamilton presionaba de manera elegante sobre el tema racial y el cómo la Fórmula 1 y sus integrantes se mantenían al margen, cuando prácticamente todo el mundo del deporte se pronunciaba al respecto. Varios de sus compañeros de volante como Charles Leclerc, Daniel Ricciardo o Sergio Pérez reconocieron que no sabían hasta ese entonces cómo entrarle al tema y que había estado mal permanecer en silencio.

Lo anterior desembocó en que Lewis anunciara la creación de The Hamilton Commission, de la mano de la Royal Academy of Engineering para promover la diversidad racial en todos los ámbitos del automovilismo. Se sabe incluso que el inglés pondrá la rodilla en tierra y el puño en alto durante el próximo Gran Premio de Austria, en apoyo al movimiento Blacks Lives Matter, gesto que la F1 alienta.

Brillante, Hamilton puso el acento desde su influencia como el campeón y embajador de su deporte que es, pero…

Traer la lucha de clases a la F1 no abona en nada al deporte, además de que Lewis olvida a grandes pilotos que vinieron desde muy abajo, como un Michael Schumacher, cuyos padres eran de extracción modesta —mecánico y camarera—, al igual que Mika Hakkinen, cuyos papás tuvieron que ahorrar como taxista y secretaria para regalarle su primer kart al futuro doble campeón del mundo. O un Fernando Alonso que en sus primeros años como piloto vivió en casas de amigos porque no tenía dinero para hoteles.

Sí, la historia de la Fórmula 1 está plena de hijos de banqueros, joyeros y acaudalados hombres de negocios, desde los propios hermanos Rodríguez (Pedro y Ricardo) cuyo padre era contratista, hasta Ayrton Senna que venía de una acomodada familia, pasando más recientemente por Lance Stroll, cuyo padre Lawrence, es capaz de comprar un equipo para darle a su hijo una trayectoria en la máxima categoría, y de paso seguir ensanchando su cartera.

¿Y? ¿Acaso no Lewis se abrió paso de la mano de su talento, poniendo en su lugar a cada rival en cualquier categoría sin importar el dinero de por medio? El orgullo de Hamilton por venir desde abajo y ponerse como ejemplo de superación para inspirar a futuras generaciones es más que plausible, pero ponerlo en un contexto de lucha de clases lo pone por debajo de su nivel.

Ejemplos de deportistas que han venido desde estratos sociales bajos y han logrado el éxito hay afortunadamente muchos: Maradona, Messi, Pelé, Julio César Chávez o Ronaldo, pero no por eso eclipsan a figuras inspiradoras como Federer, Senna, Muhammad Alí, Tiger Woods o María del Rosario Espinoza, en donde la barrera no es el dinero de sus familias, sino el talento, la constancia, el trabajo duro.

Que por favor ya llegue julio, para ahora sí, comenzar a hablar de carreras.

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