El inglés es, indiscutiblemente en números, el mejor piloto de todos los tiempos de la máxima categoría. Récords en todos los departamentos lo avalan: más poles position , más victorias, más puntos acumulados, más podios, más kilómetros liderando carreras, más Grandes Premios ganados de principio a fin, más GPs terminados de manera consecutiva, más victorias en su propio país, entre un largo etcétera. Sin embargo, basta con que el heptacampeón se quite el uniforme para levantar tempestades a su paso.

Como reza el dicho popular: “Nadie es monedita de oro … (para caerle bien a todos)”. Lewis Hamilton se ha convertido con el paso de los años en un ícono no solamente deportivo sino popular y hasta cultural, representante de su propia ideología, una fuerza para impulsar causas de distintas índoles, desde sociales hasta de moda. Y es que el inglés nacido en 1985, ha encontrado su lugar en el mundo no solo dominando y avasallando en las pistas, sino promoviendo también, las causas que le parecen justas.

Tal como Ayton Senna encontró en el apoyo a los niños en condición de pobreza una de sus motivaciones -con una fundación que incluso hoy todavía existe bajo su nombre-, Lewis encontró en sus propios orígenes y vida, las causas por las cuales comprometerse para apoyar, a través del tema de la inclusión. Hamilton , el joven de color que competía entre burlas y discriminación cada fin de semana con un kart usado, vivió en carne propia el racismo, lo que forjaron su carácter.

Sin embargo, Sir Lewis Carl Davidson Hamilton no es para muchos el campeón que debería ser. No es el caballero inglés de traje sastre impecable, el playboy de camisa abierta que no perdona una conquista, o el hombre de familia que se enclaustra en su rancho cada que no hay carreras. Lewis es el que se pone una falda escocesa azul y pantalón de mezclilla para atender a la prensa, es el que se deja el cabello largo y lo luce cada jornada antes de ponerse el casco, es el que después de protagonizar una carrera se va a la gala del Met Gala de Nueva York a portar un traje con una camisa de encaje hasta la pantorrilla.

Pero también no significa solamente salir a dar de qué hablar, sino fijar una postura a favor de sus causas, justificadas a todas luces. Su propio equipo, Mercedes , ha acompañado a Lewis, no solo pintando el auto de negro en las dos últimas temporadas, sino también en el financiamiento de fundaciones, de hecho la renovación de su contrato comprometió a la firma alemana a apoyar a una organización junto con el piloto. Hasta la F1 tiene ya un protocolo previo a cada GP para condenar el racismo, provocado por el propio Hamilton.

Algunos movimientos o actos apoyados por Hamilton son: Ignite, centrada en aumentar el número de jóvenes talentos con ganas de entrar en la industria del deporte del automovilismo, y que proceden de grupos menos representados” en esta; Mission 44, para apoyar a jóvenes británicos de grupos con poca representación; 30 mil dólares para que cuatro diseñadores afroamericanos emergentes asistieran a la Met Gala 2021, sin olvidar la Hamilton Commision , su propia fundación.

Como el octavo deportista que más dinero gana en el mundo según Forbes, con 82 millones ingresados en 2020, Hamilton busca no solo ser un campeón diferente, sino dejar su huella fuera de la F1 … y que el mundo hable.

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