A poco más de un año de la elección que renovará la gubernatura de Nuevo León, la contienda será más importante que nunca: definirá dónde se ubicará el estado frente a López Obrador: ¿será Nuevo León una extensión de Morena, con Tatiana Clouthier a la cabeza; una entidad que revivirá el desafío del Norte al control del Centro, con Samuel García; o una región que intentará el punto medio, con Ildefonso Guajardo?

Con Tatiana Clouthier indecisa sobre si va a entrar o no a la contienda (a pocos meses de iniciar el proceso electoral en el estado), el único candidato visible, con conocimiento entre la población general del estado e incluso con presencia mediática vigente fuera de éste –según las encuestas publicadas entre 2019 y 2020-- es Samuel García.

Su juventud pareciera una gran ventaja a primera vista, pero carga con el peso del referente más cercano; pues el último joven en el cargo, Rodrigo Medina, no terminó con el aprecio de sus paisanos. En todo caso, hay una enorme diferencia ambos: la capacidad de hacerse un nombre por sí mismo. Medina era un mero producto de la mercadotecnia, del spot y los pendones en las avenidas. Es parte de la generación Peña Nieto, que consiguió hacerse de un cargo por vestirse de traje todos los días y salir en las revistas. Esos tiempos se terminaron.

Andrés Manuel López Obrador no es un hombre que sepa de redes sociales ni que tenga idea alguna sobre cómo funcionan los algoritmos de las plataformas digitales, pero tiene una característica que lo hace atractivo para su base en estos tiempos: percepción de genuinidad. La gente de verdad cree en sus palabras. Sus seguidores admiten errores, aunque la respuesta invariable ante éstos es: pero es honesto.

La caballada de la oposición a Morena está flaca cuando se trata de perfiles propios porque los otros partidos siguen anclados a la vieja suposición de que la propaganda del spot y los pendones funciona. Carecen de hombres y de mujeres que conjunten dos necesidades básicas de los políticos exitosos en el siglo XXI tanto en América como en Europa: capacidad de comunicar a las masas y enarbolar ideas políticas propias acordes a ese público.

Samuel García es un personaje mediático y, en consecuencia, polémico, pero ha logrado conectar con un sector importante en Nuevo León y, fuera del estado, por tener estas dos raras características que no se encuentran fácil entre la clase política mexicana. ¿Y cuál es la idea tejida por este personaje local? El Federalismo.

En corto, incluso en reuniones con periodistas, Jaime Rodríguez El Bronco ha sido muy vocal al decir que el norte del país mantiene al sur y que, encima, recibe a los migrantes que esa zona del país expulsa y que Nuevo León acoge no con júbilo.

Esta idea de que Nuevo León es un estado que es rico porque trabaja y no porque la Federación lo mantenga es motivo de orgullo entre la gente neoleonesa. Hasta ahora ningún político de la entidad ha logrado aprovechar esta noción y trasladarla al plano nacional.

Muy limitado se ha quedado el propio Bronco ante ese reclamo a la hora de confrontar a la Federación. Pocas veces trasciende la exigencia sensata de que el reparto de la riqueza sea proporcional a lo que cada entidad aporta.

El primer caso que viene a la mente, desde luego, es Cataluña. La próspera región ibérica mucho ha pugnado por no tener que financiar a las otras menos ricas provincias españolas y, con la amenaza del separatismo, ha conseguido que España le ceda libertades en favor de su población.

Hasta ahora, esa demanda ha sido abanderada por los nueve gobernadores agrupados en el llamado GOAN (Asociación de Gobernadores de Acción Nacional). Sin embargo, aunque las ideas son buenas, la difusión de sus nociones de Federalismo palidece todavía frente al poder comunicador del Presidente de la República, quien los desdeña en cada ocasión.

López Obrador se da el lujo de menospreciar la demanda de un nuevo pacto fiscal porque sabe que ese mensaje no llega a las masas. No le preocupa mientras se trate de un tema que se queda en foros de análisis académico y en desplegados de políticos. Ahí radica su fortaleza pocas veces atacada desde la trinchera de quienes él mismo llama sus rivales.

La aún lejana gubernatura de un personaje como Samuel García en Nuevo León cambiaría ese escenario. Por supuesto que, antes, deben ocurrir muchas cosas en un proceso electoral muy complejo y lleno de sorpresas. Pero la sola posibilidad tendría que ponerse sobre la mesa a casi un año de esas elecciones.

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