La exhibición de un video, ayer, en el que, presuntamente, David Monreal toca a Rocío Moreno, aspirante a la presidencia municipal de Juchipila, Zacatecas (lo cual tanto ella como él niegan), no revela nada sobre los comicios en Zacatecas o siquiera sobre el aspirante a la gubernatura, pero sí es un buen ejemplo del nivel de nuestras campañas.

Durante décadas, cuando menos desde el año 2000, intelectuales, organizaciones civiles y políticos habían insistido en que las elecciones debían centrarse en las propuestas. Reclamaban que medios y columnistas nos centráramos en si Fox hablaba de las tepocatas; o en si López Obrador le había dicho chachalaca al Presidente. Deberíamos hablar de propuestas, decían.

Elevar el nivel de la discusión era el objetivo. Pero ahora, con el imperio las redes sociales, esa discusión parece haber quedado atrás. Los opinadores sucumbieron ante la viralización, lo escandaloso y el hashtag.

¿Alguno de los participantes ayer en la discusión sobre género y política conocen siquiera la plataforma de los candidatos en Zacatecas? A juzgar por la ausencia de esos argumentos, queda claro que no.

Hace una semana, el candidato en cuestión, Monreal Ávila, participó en un foro en el que el panel, conformado por otras cuatro mujeres, conversaron acerca de los retos en el estado en materia de género. Violencia, discriminación, entre otros temas locales. Durante la discusión, María del Carmen Bernal Lastiri, académica de la Universidad Autónoma de Zacatecas, señaló: “En el estado existe una ley especializada contra la violencia a las mujeres. Sin embargo, desde 2018 colectivos han solicitado una alerta de género en la entidad y no se ha declarado. Hay 9 muertes por mes y no se clasifican como feminicidios”. Un minuto después de la intervención, David Monreal afirmó que la mayoría de los puestos de toma de decisión en su gobierno serán mujeres*, comenzando por las secretarías, así como propuso tener espacios de atención para las denuncias a nivel rural y modificar la ley para dotar de mayor protección a las denunciantes.

¿Son esas propuestas viables? ¿Hay otras mejores de los demás aspirantes a la gubernatura? Hace unos años, cuando todavía se debatía sobre la necesidad de elevar el nivel de las campañas, esa hubiera sido la reacción de una porción de la intelectualidad y la opinocracia. Ahora no. En los trending topics y los hashtags no hubo datos sobre la violencia, diagnósticos o propuestas.

El “debate” se centró en los significados y las interpretaciones de una imagen cuyo agravio es desmentido por sus protagonistas. En el peor de los casos, esa discusión tendría que haberse trasladado, posteriormente, al terreno de las cifras, de los datos. Elementos probablemente presentes incluso en las plataformas de los aspirantes, como fue el citado caso del evento con mujeres de Monreal.

Elevar el nivel era la consigna antes de la dictadura de los likes. Ahora nadie escapa a esa lógica ligada al rating: es más sencillo lanzar una frase ocurrente, un chascarrillo, un dedo flamígero, que elaborar un análisis ponderando todos los ángulos de un hecho.

Nunca es demasiado tarde.

Concluyamos nuestra transición hacia una democracia consolidada cuestionando lo que vemos como lo espectacular. En su lugar, pongamos sobre la mesa los hechos y los dichos, y elaboremos nuestra propia conclusión.

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