La BOA al final no fue, aunque quizás sea más adelante. López Obrador señaló a los opositores, que son todos menos Morena y él mismo, hacia el 2021. Quizás su intención fue en exclusiva advertir sobre un peligro en ciernes: un golpe de Estado. Hasta ahora, la sombra del golpe de Estado ha aparecido en diversas ocasiones a la Chávez y Maduro, casi siempre cuando se abre una crisis por causas diversas: Santa Lucía, el tren Maya, Ovidio Guzmán, el huachicol, el coronavirus, la coyuntura económica, etcétera. El problema es que se van acabando los pretextos para desviar la atención de lo que le importa a la sociedad. El recurso, por manido, aburre. Sin embargo, no parece que su idea haya caído en saco roto para sus adversarios. La estrategia de establecer dos bloques es tan vieja como Matusalén. Lo interesante es saber la reacción de los involucrados. La constitución de una alternativa política mediante la coalición de partidos contrarios al gobierno actual puede ser atractiva, pero también nociva para los integrantes. Sin duda, presentarse en alianza concentrará muchos votos, a lo mejor los suficientes como para hacer frente a Morena e, incluso, ganar la elección. Sin embargo, los pactos y acuerdos desgastarán más a unos partidos que siguen traumatizados por los resultados del 2018. Otro efecto asociado es que se desdibujarán como opciones reales, lo que minimizará sus posibilidades hacia el 2024. Si los partidos políticos son incapaces de ponerse de acuerdo con ellos mismos, parece un chiste que lo vayan a hacer entre ellos.

Pero el BOA se antoja una oportunidad para derrotar a López Obrador, cuya consecuencia amenazará la revocación de mandato. Todo indica que a los opositores al Presidente se les presenta una oportunidad excepcional. Uno de los problemas para la constitución efectiva del BOA, el de verdad, no el de Andrés Manuel, es la inmadurez de la clase política. La vanidad, el protagonismo, la soberbia son obstáculos decisivos a los que se enfrentan. Son capaces de renunciar a una opción con garantías a cambio de recibir unos minutos más de televisión o de radio. En las conversaciones todos deberán de ceder a condición de que todos ganen. Pero esas pérdidas por partido en número de representantes de elección popular se podrían multiplicar en victorias para la alianza de partidos. Veremos si la generosidad alcanza para situar al país en primer lugar en vez de la mezquindad habitual de unas formaciones que sólo atienden a sus intereses, relegando el bien general de México. Todo indica que los efectos de la pandemia, la crisis económica, la inseguridad, las revueltas sociales obran a favor de un hipotético BOA. Sin embargo, las dirigencias de los partidos parecen los impedimentos para su constitución.

Los casos de corrupción de Morena más los que se añadan, la inoperancia para gobernar, la incapacidad para cumplir las promesas, lo vuelven un rival vulnerable, apenas sostenido por su clientelismo a cargo del erario. Los partidos que integren un posible BOA tienen una responsabilidad notoria, pero también convienen que hagan cálculos. No es descartable que si se forma la alianza, algunos desaparezcan del espectro político. Pero a lo mejor el bien de México merece este sacrificio. El momento requiere generosidad, abandonando ambiciones personales y de partido.

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