El consenso sobre la importancia fundamental del INE y del Tribunal Electoral es completo. Con todo, desde hace unas semanas arrecia la crítica al no haber acreditado el InstitutoNacional Electoral a 40 candidatos del partido del gobierno Morena. Son los mismos que aplaudieron cuando el primero el INE y luego el Tribunal Electoral le negaron el registro a México Libre. Llama la atención el doble rasero que nada tiene que ver con la democracia pero sí con intereses de grupo. La embestida contra el instituto está fuera de proporción y se antoja nociva para la democracia. Quizás el INE y el Tribunal puedan mejorar visiblemente su desempeño, pero eso no es coartada para pedir su disolución. La irresponsabilidad, la falta de compromiso cívico, la ignorancia de lo que es la democracia amenazan por llevarse por delante un trabajo de décadas al servicio de México. El espectáculo que nada tiene de espectacular que regala Morena es patético. El INE y el Tribunal están al servicio de la sociedad y no de los partidos políticos. Morena considera que están a su servicio, apropiándose de dos instituciones que no son suyas sino de todos. Es triste asistir a las amenazas de Mario Delgado hacia el INE, a las descalificaciones del Presidente de la República, a las inventivas de Ricardo Monreal.

El INE y el Tribunal son mucho más que cualquiera de ellos y que todos ellos juntos. Otra cosa es que en la actualidad algunas decisiones como negarle el registro a México Libre sean cuestionables, como seguramente lo son algunos casos en que no se ha dado la acerditación a candidatos de Morena. El conflicto no está ni en el INE ni en el Tribunal como instituciones, sino en los integrantes de ambos institutos. También ellos deben dignificar el cargo que ocupan y atenerse a la legalidad y no a las presiones e intereses particulares. Pero la presión a la que se somete a ambos desde el Ejecutivo y el Legislativo no son de recibo. Lorenzo Córdova insiste con razón con que el INE es el árbitro de la democracia. Pero al árbitro también hay que cuidarlo. En el fútbol, el insulto o agresión al árbitro está debidamente consignado en el reglamento, de manera que el infractor debe asumir el castigo por la transgresión. Aquí parece que no pasa nada. Parece que puede golpearse hasta lointolerable al árbitro sin que haya sanción para el transgresor. Urge regresar al respeto a las leyes y a las instituciones.

La democracia mejora si el árbitro goza de considiciones para realizar su trabajo. Esas condiciones son tarea de todos. Sin embargo, la vehemencia de la descalificación hacia el INE y el Tribunal exhibe que Morena no es un partido democrático o que entiende por democracia hacer encuestas. Estando en el gobierno, Morena debería ser más cuidadosos con lo que dice y hace, algo que es imposible. Estos mismos institutos le otorgaron la victoria a López Obrador y le dieron la mayoría en el congreso. ¿Qué quieren ahora? ¿Asumirse como el árbitro? ¿Negar el registro al resto de partidos? ¿Proclamar el Tercer Imperio? Si Morena es un partido democrático, debe demostrarlo y ahora es la ocasión. Respetar las decisiones del INE y del Tribunal no es aceptarlas como verdades, pero ese respeto exhibe el temperamento democrático.

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